Quantcast
Channel: en son de luz
Viewing all 593 articles
Browse latest View live

Recompensa

$
0
0
Recompensa. Foto R.Puig

Recompensa. Foto R.Puig

Suelo volver del taller en lo que podríamos llamar un autobús acuático, el Älvsnabben 285 (“el rápido de la ría”), algo así como los vaporetti de Venecia, aunque aquí no circula por los canales sino por el estuario del Río Göta, tan ancho como las rías gallegas en España. Este trayecto, escoltado por gaviotas y cormoranes,  siempre es grato.

Hace pocos días la jornada había sido rutinaria: gimnasio, boceto al pastel, renovación con tintas de colores de viejos dibujos al carboncillo, lectura, breve almuerzo, siesta y música…

No me sentía  merecedor de ningún premio especial, pero la lluvia, que me empapó de camino al embarcadero, y el sol, que jugaba con las nubes en su descenso hacia el oeste, habían decidido recompensarme.

Puentes. Foto R.Puig

Puentes. Foto R.Puig

Para recoger el galardón me bastó salir a la plataforma de proa y dejar que el niño que llevamos dentro trepara por esos arcos que abrazaban la ciudad.

Olvidé a Descartes y a Newton y lo que me enseñaron en el colegio para imaginar este mismo lugar poblado por las gentes de la Edad del Hierro y sentir que estaba ante un misterioso arco de colores que abrazaba la tierra y abría pasajes entre ella y el cielo.

Y ya que no tengo a mano una representación del arcoíris en tiempos de los primeros pobladores de Escandinavia, recurriré a su aparición ante la bahía de San Francisco cuando quizás todavía quedase algún aborigen californiano para verlo

Albert Bierstadt. 1900. The Golden Gate. U.S. Public domain

Albert Bierstadt. 1900. The Golden Gate. U.S. Public domain

O algún cheyenne en Wyoming

Albert Bierstadt. Rainbow over Jenny Lake. Wyoming.U.S.Public domain

Albert Bierstadt. Rainbow over Jenny Lake. Wyoming.U.S.Public domain

Curiosamente, este cuadro del artista germano-americano Albert Bierstadt (1830-1902), el pintor que yo sepa que más arcoíris representó en sus lienzos, encierra un error óptico, a ustedes de descubrirlo.

En las culturas primigenias la aparición del arcoíris (el Arco de la diosa Iris en la mitología griega) podía significar augurios y profecías y en la Biblia significa la Alianza tras el castigo. Pero, más allá de mitos y trascendencias, digo yo que también habría niños y poetas que lo verían como nosotros podemos también verlo: como la recompensa de un día sin historia.

A las seis menos diez de la tarde. Foto R.Puig

A las seis menos diez de la tarde. Foto R.Puig

Entretanto estoy llegando al desembarcadero de Stenpiren, desde el que se pueden tomar los barcos hacia el archipiélago de Gotemburgo.

Fin de trayecto. Foto R.Puig

Fin de trayecto. Foto R.Puig

Aún, durante un rato, este arc-en-ciel me acompaña en mi paseo a casa. Desde la torre de la Iglesia alemana parece emanar bendiciones. El reloj marca las seis de la tarde.

Halo de santidad. Foto R.Puig

Halo de santidad. Foto R.Puig

A diez minutos de ahí paso junto a otro arcoíris, que le sirve de ostensorio y custodia a la chica de la flor 

Otro arcoíris. Foto R.Puig

Otro arcoíris. Foto R.Puig

Y ya que nuestro paseo empezó en el agua, acabaré esta crónica acercándome a saludar al dios de las aguas, emblema si los hay de Gotemburgo, nuestro jocoso Poseidón, a quien Carl Milles dejó ahí  enarbolando su salmón y sopesando una ostra gigante. Al fin y al cabo somos casi vecinos.

El amo del agua. Foto R.Puig

El amo del agua. Foto R.Puig

Durante estos meses estivales lo han rodeado de un frondoso y pedagógico jardín de verano, en el que hay de todo, desde flores a coliflores.

Poseidón en su jardin de verano. Foto R.Puig

Poseidón en su jardín de verano. Foto R.Puig

Quienes más parecen disfrutarlo son las sirenas que le acompañan

El séquito de Poseidón. Foto R.Puig

El séquito de Poseidón. Foto R.Puig

 



Pilane 2016 (y II): el séquito de Anna

$
0
0
Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Breaking through. Acero inoxidable. Pilane 2016. Foto R.Puig

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Breaking through. Acero inoxidable. Pilane 2016. Foto R.Puig

Hace dos domingos mostraba aquí la gran cabeza de Anna que preside durante los meses de julio y agosto, entronizada como en un altar, el paisaje de Pilane en la isla de Tjörn. Esta obra de Jaume Plensa lleva el mismo nombre que un Cava Brut, catalán como el artista, que fue premiado en el International Wine Challenge de 2015 con una medalla de oro.

Codorniú. Anna. Cava Brut. International Wine Challenge

Anna. Cava Brut. International Wine Challenge

Así pues Anna, desde su colina, impera impertérrita sobre las esculturas de Pilane 2016 y se podría decir que a algunas de ellas las inebria, como a este ser metamórfico que gira en el misterioso trance de un parto múltiple de proporciones bíblicas.

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Breaking through. Acero inoxidable. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Breaking through. Acero inoxidable. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

Al menos esa es la impresión que me causa esta anatomía en acero inoxidable de Martin Sjöberg que, como un Adán multigestante, no sólo pare a Eva de su costilla, sino que, en su desenfrenada danza sobre cinco pies, centrifuga varios cuerpos más.

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Breaking through. Acero inoxidable. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Breaking through. Acero inoxidable. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

A juzgar por sus dos cuellos rebanados, se trata de un decapitado que al menos tuvo dos cabezas y que, aunque tenga tantos cuerpos como para dar a Anna el que le falta, desde su posición inferior envidia esa majestuosa cabeza que enseñorea las alturas de Pilane.

Hay obviamente otros elementos de esta metamorfosis en curso, pero el escultor, no sabiendo como resolver la ecuación hermafrodita que su obra le plantea, ha decidido poner calzoncillos a la estatua. Al fin y al cabo ya hubo otro artista que a otras obras maestras puso bragas.

Subiendo hacia el límite del parque encontramos a este personaje, quien, aunque el paisaje merezca ser admirado con los ojos bien abiertos, no sabemos bien por qué, ha hundido su cabeza en este suelo rocoso y duro.

María Miesenberger. Suecia. 2016. Hombre avestruz. Acero y bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

María Miesenberger. Suecia. 2016. Hombre avestruz. Acero y bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

O bien es un híbrido de humano y de oso hormiguero, o se trata del ataque de desesperación de uno que ha ido a que le quiten los tatuajes y el dermatólogo le ha presentado el presupuesto…

María Miesenberger. Suecia. 2016. Hombre avestruz. Acero y bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

María Miesenberger. Suecia. 2016. Hombre avestruz. Acero y bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

Este  otro prefiere evadirse de la realidad contorsionándose en una especie de break dance

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Macho en acto de evadirse. Acero inoxidable. Pilane 2016. Foto R.Puig

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Macho en acto de evadirse. Acero inoxidable. Pilane 2016. Foto R.Puig

En este caso la cabeza le es de mucha utilidad. ¡Buena suerte con las cervicales!

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Macho en acto de evadirse. Acero inoxidable. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

Martin Sjöberg. Suecia. 2016. Macho en acto de evadirse. Acero inoxidable. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

Nosotros seguimos nuestro paseo

Aase Texmon Rygh. Noruega 2016. Anillo de Moebius. Gabro. Pilane 2016. Foto R.Puig

Aase Texmon Rygh. Noruega 2016. Anillo de Moebius. Gabro. Pilane 2016. Foto R.Puig

El trabajo de Aase Texmon Rygh en su sencillez fija en dura piedra la geometría airosa del famoso  anillo o banda de Möbius o Moebius

Aase Texmon Rygh. Noruega 2016. Anillo de Moebius. Gabro. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

Aase Texmon Rygh. Noruega 2016. Anillo de Moebius. Gabro. Detalle. Pilane 2016. Foto R.Puig

No lejos de allí brotan los dinamismos de un rosal de aluminio que, blancos, cortantes e inmaculados, ponen el contrapunto musical a la silenciosa impasibilidad de Anna y amaestran los torbellinos del viento de esta isla

Alice Haycock. USA. 2014. HOOP-LA. Aluminio. Pilane 2016. Foto R.Puig

Alice Haycock. USA. 2014. HOOP-LA. Aluminio. Pilane 2016. Foto R.Puig

Pero hay también unas cuerdas, puede que más bien lianas, abandonadas a los caprichos del aire

Bard Breivik. Noruega 2006. Tres cuerdas orgánicas. Pilane 2016. Foto R.Puig

Bard Breivik. Noruega 2006. Tres cuerdas orgánicas. Pilane 2016. Foto R.Puig

Caprichos de tintas tenebrosas son también dos obras de carácter conceptual, reconozco que no muy armónicas, por no decir que alejadas de lo que se considera bello, que aluden a esos azares que, sin contar con nosotros, cuando venimos al mundo nos convierten en miembros de una u otra nación.

Siempre han sido muchos, y -¡ay!-se multiplican, quienes consideran como mérito propio la nacionalidad que les otorgó la suerte y niegan el pan y la sal a quienes, para sobrevivir y contra su voluntad, han de escapar de la suya. Es triste ver como proliferan en nuestra Europa los guardianes de la etnia inmutable y del monismo identitario.

Helena Mutanen. Suecia. 2010 - 2016. Jus soli. Técnica mixta, tela encerada y metal. Pilane 2016. Foto R.Puig

Helena Mutanen. Suecia. 2010 – 2016. Jus soli. Técnica mixta, tela encerada y metal. Pilane 2016. Foto R.Puig

En esta instalación escultórica las raíces, que anclan el árbol al suelo donde cayó la semilla, quieren simbolizar el ius soli que en unos lugares da derecho al marchamo nacional. En la siguiente, la artista ha formado el corazón con sus arterias y sus venas que nos vienen de nuestros padres, para corporeizar el ius sanguinis que, en otros lugares, es lo que te vincula a una patria. En ambos casos, al interfecto esa condición del destino le sobreviene sin comerlo ni beberlo o, dicho con otra expresión, sin que pinche ni corte.

Helena Mutanen. Suecia. 2010 - 2016. Jus sanguinis. Técnica mixta, tela encerada y metal. Detalle. Pilane 2016.

Helena Mutanen. Suecia. 2010 – 2016. Jus sanguinis. Técnica mixta, tela encerada y metal. Detalle. Pilane 2016.

Estos azares del derecho fueron siempre determinantes para la humanidad, aunque en estos últimos tiempos las imágenes de las emigraciones masivas, de las muertes de quienes buscan asilo y de los campos de refugiados han hecho más patentes si cabe las veleidades de Fortuna que se vale de la ambición, la iniquidad y la violencia de los hombres para decretar la mala suerte de millones de personas que, como cualquiera de nosotros, no han elegido el lugar de su nacimiento.

En resumen, que hay obras, que aunque no destaquen por su calidad artística y sin que puedas estar cien por cien seguro de lo que expresa su autor, se prestan a hacer pensar. En realidad, esto lo podemos decir de casi todas las obras de arte contemporáneo, sobre todo si pertenecen a la corriente conceptual.

Aunque, reflexionando un poco ¿no era también conceptual la sonrisa de La Gioconda?

Sea como sea, nosotros seguimos nuestro paseo y encontramos un caballo de bronce, o su torso amputado de cabeza y patas delanteras, que en salto imposible se alza sobre sus cuartos traseros

William Tucker. USA. 2016. Caballo chino. Bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

William Tucker. USA. 2016. Caballo chino. Bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

Así que, como no podemos ensillarlo, seguimos a pie por las alturas de Pilane…

Pilane 2016. Humedal. Foto R.Puig

Pilane 2016. Humedal. Foto R.Puig

Pilane 2016. El caserío. Foto R.Puig

Pilane 2016. El caserío. Foto R.Puig

En el camino hacia la salida, como no podía faltar, hay uno de esos perfiles rotatorios de Tony Cragg, como siempre discretamente cómico y solemne

Tony Cragg. Gran Bretaña. 2015. Must be. Bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

Tony Cragg. Gran Bretaña. 2015. Must be. Bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

Pareciera que esta testa de guerrero empenachado tratase en vano de atraer la atención de la chica que, impasible, le ignora:  ¡¡¡¿hay alguien ahí?!!!

Tony Cragg. Gran Bretaña. 2015. Must be. Bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

Tony Cragg. Gran Bretaña. 2015. Must be. Bronce. Pilane 2016. Foto R.Puig

Tampoco será fácil que obtenga respuesta de este orondo champiñón

Morten Löbner Espersen Dinamarca. 2016. Gres. Pilane 2016.  Foto R.Puig

Morten Löbner Espersen. Dinamarca. 2016. Champiñón mágico. Gres. Pilane 2016. Foto R.Puig

O de estos bolardos inquietos que se hacen reverencias entre sí

Bettina Pousttchi. Bolardos callejeros. 2012. Limadura compactada. Pilane 2016. Foto R.Puig

Bettina Pousttchi. Bolardos callejeros. 2012. Limadura compactada. Pilane 2016. Foto R.Puig

En cualquier caso, a mí, tras más de dos horas de subir y bajar por los senderos de Pilane, me está tentando la idea de hacer lo que esta cansada y anónima turista: tumbarme y dejarme llevar al Nirvana

Como la vida misma. Técnica mixta, Pilane 2016.  Foto R.Puig

Como la vida misma. Técnica mixta, Pilane 2016. Foto R.Puig

Más tarde, pasaré por el Systembolaget a hacerme con una botella de Anna. Con una Toast Skagen de gambas de la Costa Oeste de Suecia el cava catalán armoniza a las mil maravillas

Toast Skagen. Foto

Toast Skagen. Foto Peter


Pensar la luz (con Le Clézio)

$
0
0
Luz. Foto R.Puig
Luz. Foto R.Puig

Hace ya unas semanas que estoy leyendo un libro de Jean-Marie Gustave (J.M.G.) Le ClézioL’inconnu sur la terre (Gallimard, 1978). Son trescientas diecisiete páginas de breves ensayos poéticos que toman el título del primero, en el que habla de un chiquillo desconocido “que está sentado en el cielo, como sobre una duna de arena, frente al mar, frente al espacio, y mira”, como el autor, como nosotros:  miramos, observamos, a veces sin saber lo que buscamos, lo que vamos a descubrir exactamente. Pudiera ser que también hayamos divisado a ese “niño desconocido”.

Es un libro para leer a sorbos, como se leen los libros de poesía, sobre todo cuando están escritos en prosa. El escritor, como el niño desconocido, va posando su mirada admirada sobre tantas cosas que en nuestras prisas no vemos, descubriendo lo desconocido en la tierra, eso que se nos escapa, porque, aunque lo percibamos, no lo pensamos. Estamos tan ocupados que la inmensa mayoría de las cosas siguen siendo para nosotros tierra incógnita.

Por ejemplo, la luz…

Vasaparken. Foto R.Puig

Vasaparken. Gotemburgo. Foto R.Puig

 

Le Clézio. L'inconnu sur la terre. p.55

En la luz vive la belleza. La luz del día, esa que siempre retorna, que baña los objetos y los seres, que los hace presentes. Por ella se ponen a brillar, vibran y se adornan de todos sus colores y de todas sus formas. Aman la luz. Todos. Hasta esos que se esconden la miran a través del velo del agua o del humus. Esos que están bajo tierra, los granos, las conchas, los metales, los cristales, aguardan a mostrarse, hacen grandes esfuerzos por aparecer. Se vuelven hacia ella, todos crecen y empujan para alcanzarla. En la luz es donde los seres viven y respiran. Para ella tienen hojas, pelajes, espinas, frutos, cálices, olores.

Puesta de sol en Barsebäck. Escania. Foto R. Puig

Puesta de sol en Barsebäck. Escania. Foto R. Puig

Los ojos buscan siempre la luz allá donde se encuentre. Los ojos de día, los ojos en la noche. Y la felicidad, eso no puede ser sino eso, es cuando uno halla la luz, se está con ella, abrazado a ella, y que uno la ve con su cuerpo entero, no sólo con los ojos, sino con la propia piel, con sus cabellos, su boca, sus uñas. Es ella la que os une al mundo, la que os rescalda, la que os habla, la que os alimenta.

(Le Clézio. L’inconnu sur la terre. p.55)

En la costa de Tjörn. Foto R.Puig

En la costa de Tjörn. Foto R.Puig

Chispas en el agua. Isla de Orust. Foto R.Puig

Isla de Orust. Foto R.Puig

 

Chispas. Foto R.Puig

…sobre el mar. Foto R.Puig

La única moneda que me gustaría tener: las chispas blancas, sobre el mar

Le Clézio. L'inconnu sur la terre, p. 112

La luz viene siempre, la que libera a las sombras, la que te vuelve ligero, danzante, la que os conduce hasta el reino del aire

(Le Clézio. L’inconnu sur la terre, p. 112)

Atardecer en Onsala. Foto R.Puig

Atardecer en Onsala. Foto R.Puig

Amanecer en La Almadraba. Foto R.Puig

Amanecer en La Almadraba. Foto R.Puig

DSC03815

Vasaparken. Foto R.Puig

Vasaparken. Gotemburgo. Foto R.Puig

Y el libro continúa en capítulos cortos, mirando como si fuese la primera vez, así hasta el final…

¡Ah, sí, el final! No he llegado aún pero la curiosidad me puede, así que, como tendréis prisa, os dejo el último párrafo… frente a la luz de la noche.

Très lentement le sourire se dessine sur le lèvres du petit garçon inconnu, au fond de la nuit, derrière la vitre froide. Le sourire luit sur la ville, et au même moment, la lune blanche monte dans le ciel, à peine visible dans son premier et mince croissant

Muy despacio se dibuja la sonrisa en los labios del chiquillo desconocido, al fondo de la noche, tras el cristal frío. La sonrisa brilla sobre la ciudad, y en ese mismo instante, la luna blanca asciende en el cielo, a penas visible en su primer y delgado creciente.

(Le Clézio. L’inconnu sur la terre, p. 317)

En su primer delgado creciente. Foto R.Puig

En su primer y delgado creciente. Foto R.Puig

N.B.: traducción del autor del blog


Fisionomías (XXIII) en el Museo Lázaro Galdiano de Madrid

$
0
0

 

Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Fue en el mes de julio en Madrid cuando visité el Museo Lázaro Galdiano, un lugar apacible retirado del tráfago y de las riadas de turistas, en la parte alta de la calle de Serrano. No había estado en esa mansión de maravillas desde hace una eternidad. Sería difícil que yo pudiese dar una descripción general de esta generosa colección, engastada en el palacete que fue su casa y que refleja las pasiones y preferencias de un fecundo editor y mecenas, José Lázaro Galdiano (Beire, Navarra, 1862 – Madrid, 1947).

En mi caso, me reduzco a dar cuenta de una breve cosecha de fisionomías, fruto de mi manía de ir a la caza de ellas cuando visito algún museo. Es poca cosa, pero a pesar de haber disfrutado durante mi visita de muchas de las obras de la colección permanente y de las exposiciones temporales en marcha, el lector curioso puede encontrar suficiente información sin mi ayuda. Estos son los límites de haberme especializado en rostros.

No obstante, recomiendo la lectura del artículo Coleccionar para educar el gusto: José Lázaro Galdiano de Amparo López Redondo, Conservadora de la Fundación Lázaro Galdiano de Madrid.

El texto concluye así:

Fuera de las peculiaridades de la personalidad de cada coleccionista es importante señalar la admirable labor llevada a cabo por un reducido grupo de esa burguesía emergente que como Lázaro supo asumir en la época de la restauración política, tareas de mecenazgo y de defensa del patrimonio artístico que tradicionalmente ostentaron la monarquía, la aristocracia y la Iglesia y que la administración del Estado no había asumido todavía. Gracias a las colecciones creadas por ellos se conservan hoy importantes obras de arte que en la mayor parte de las ocasiones fueron donadas al Estado para enriquecer los grandes museos o como en este caso permanecer unidas para honrar la memoria de su benefactor.

Colecciones que son un lamento por el pasado esplendor perdido y también constituyen la base de una nueva percepción de la obra de arte.

José Lázaro como otros muchos coleccionistas, crea con su selección de obras un microcosmos desde el que interpretar la historia recreando una estética y una moral. En este sentido puede considerarse que la Colección Lázaro Galdiano es una colección romántica pues en su creación hay algo más que la simple acumulación de objetos bellos, hay además la intención testimonial de reinventar la historia.

La colección es una parte muy activa de la experiencia vital del hombre. Lázaro viajó por toda Europa visitando museos y comprando libros de arte, su biblioteca es un claro reflejo de sus conocimientos artísticos; su entusiasmo por las exposiciones y los museos; también lo son. Escribió a su esposa más de treinta cartas comentándole sus compras de obras de arte y las visitas a museos como la Wallace Collection, la Dulwich, el Kensington, el Louvre o el Museo de Berlín. Visitas absorbentes que en ocasiones le dejaban exhausto pues en el placer contemplativo se olvidaba hasta de almorzar. Entre esas cartas, hay una escrita en Viena en Julio de 1926 en la que relata a su esposa unas reflexiones sobre el arte que en cierto modo resumen una parte de su experiencia como coleccionista: «El arte, al revés que la moda, gana todos los años en valor, sobre todo para mí que pienso que esos objetos me han dado tanta dicha educándome y refinando mi gusto».

Amparo López Redondo, UNED. Espacio, Tiempo y Forma Serie VII, H. a del Arte, t. 20-21, 2007-2008, págs. 301-314.

.

Fisionomías de los varones

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Comienzo por un niño castellano, bien nutrido y feliz, a quien sólo le falta que un hilillo de baba (o de leche materna) se deslice por la comisura de sus labios. Cuando vean ustedes a la mamá entenderán por qué el niño está contento. Nada de esos niños jesús q los que el barroco pintará pensando en su futura pasión, incluso con unos clavos en las manos. Quién lo tallase y lo policromase tenía otra visión y otros modelos en mente. Los aires y las reglas artísticas de Trento no le habían llegado aún.

En todo caso, este Jesús un poco andrógino no es desde luego el anterior niño castellano unos años después. Por muy admirable y misterioso que sea, hay una inseguridad de adolescente extraordinariamente captada por alguno de aquellos artistas que se formaron en el arte de mostrar los pliegues del alma y las ambigüedades del gesto. ¿Tuvieron algo que ver en todo eso la luz y las interminables nieblas del invierno lombardo que matizaban de palidez las apariciones del sol en la ribera lombarda de la llanura padana?

Círculo de Leonardo Da Vinci. El Salvador adolescente. finales del s.XV.Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R. Puig

Círculo de Leonardo Da Vinci. El Salvador adolescente. Final s.XV. Museo Lázaro Galdiano. Foto R. Puig

.

En el el museo hay otras fisionomías, rostros prestados para la guerra. No entiendo nada de armaduras y por tanto no sé si rostros de hierro como este se estilaban en tiempos de Leonardo da Vinci (1452 – 1519) y si la moda había ya decaído cuando la batalla de Pavía (1525), librada en esa ciudad de las riberas del Po. El caso es que me ha interesado el contraste entre el rostro temeroso de arriba pintado por aquellas tierras y este yelmoque quizás siga el modelo de los  que campearon en actitud muy diferente por la llanura padana.

Yelmo del s. XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Yelmo. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

.

Narices

En julio, iniciaba mi crónica en el Jardín Botánico de Madrid con el perfil de Carlos III, en el que destacaba su prominente nariz. Pues bien, aquí también encontramos otras que no son mancas.

En la Antigüedad y en la Europa de los Habsburgo un buen apéndice nasal se consideraba signo de realeza, aunque parece que la cosa viene ya de Ciro el Grande. Comentaba irónicamente Erasmo que el tener la nariz como el pico de un águila era una muestra de poderío e imperio, a semejanza del pájaro rey de las aves. Incluso en este busto, que se estima fue esculpido en el siglo XVI siguiendo modelos romanos, nos hallamos quizás  ante un emperador. Claro que también pudo ser de algún adinerado pretencioso que quiso retratarse así, con su toga y sus rizos a la romana.

Anónimo del s.XVI. Busto de romano. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Anónimo del s.XVI. Busto de romano. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Quien si era de verdad él mismo, con su hermosa nariz, es el aquí retratado, dicen que por Goya. Este hombre, que cuentan fue de muy afable trato, era un fraile que no por serlo dejó de pensar liberalmente en tiempos difíciles. se trata de Fray José de la Canal (Ucieda, Santander, 1768 – Madrid, 1845).

Extraigo aquí del blog del museo un resumen biográfico de este hombre que, sólo con mirar su retrato, me da que fue una buena persona:

Atribuido a Goya. José de La Canal. 1824 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Goya. José de La Canal. 1824 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

Eminente historiador agustino de tendencias liberales, redactor de los periódicos madrileños El Ciudadano Constitucional y El Universal en los difíciles años de 1813-1814 y a causa de ello temporalmente represaliado, prior del convento de San Felipe el Real, miembro de la Société des Antiquaires de Normandía que fundara Arcisse de Caumont en 1823, y al final de sus días director de la Real Academia de la Historia. El 18 de abril de 1845 sus restos mortales fueron conducidos al cementerio de la Patriarcal en un humilde carro, acompañado de cinco coches ocupados por miembros de la Academia de la Historia y la Academia de la Lengua.

 

.

Contemporáneo suyo fue Arthur Wellesley (Dublin, 1769 – Kent, 1852) más conocido por su título de duque de Wellington. Este cuadro no es de Goya, pero la nariz sí era también un signo de predestinación en este ilustre guerrero irlandés que tras sus campañas imperialistas en la India, desarrolló  una fulgurante carrera europea, a quien la historia colocó siempre en el lugar justo y en el momento oportuno, en especial en Portugal y en España. Cuando enarcaba las cejas ganaba una batalla. Y el triunfo le coloreaba los pómulos. La campaña de España contra las tropas napoleónicas le valió unos pocos títulos nobiliarios. Además, un Fernando VII  demasiado rumboso le regaló todas las obras maestras (unas 90) de colecciones españolas que Pepe Botella (José Bonaparte) estuvo a punto de llevarse de España. Ahora están en Londres, en la Apsley House, hoy Museo Wellington.

Atribuido a John Jackson. El Duque de Wellington. 1820 a 25. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a John Jackson. El Duque de Wellington. 1820 a 25. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

.

Y el monarca que vemos a continuación ya estaba destronado y exiliado en Flandes, cuando como compensación pudo pagarse el honor de ser pintado por el retratista de Carlos V, me refiero a Bernard Van Orley (1487/1491 – 1541), quien no disimuló el malhumor del personaje.

Van Orley. Christian II de Dinamarca. s. XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Van Orley. Christian II de Dinamarca. s. XVI. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

Cristián II (1481 – 1559) también tenía un buen apéndice nasal, signo de predestinación, no a un solo título real, no, pues a este hombre le cayeron sobre los hombros, por ser hijo de quien era, nada menos que tres reinos: Dinamarca, Noruega y Suecia. Además estuvo casado con la segunda hija de Felipe el Hermoso y la Reina Juana I de Castilla  (Juana la Loca), Isabel de Austria (Bruselas 1501 –  Zwijnaarde, Gante 1526) que durante un tiempo fue también reina de Suecia hasta que Gustav Vasa logró expulsar a los daneses del trono de  Suecia (para sustituir un régimen despótico por otro de la misma índole). De modo que por esos laberintos de la historia de las dinastías europeas, esta hija de Juana la Loca está enterrada con en la Iglesia de San Canuto en Odense (Dinamarca). Pero ella y su marido murieron en el exilio en Flandes.

En Suecia es recordado como Christian el Tirano, entre otras cosas por la matanzas que organizaba, so pretexto de herejía luterana, contra los opositores suecos, entre las cuales destacó el baño de sangre de Estocolmo (1519), una especie de noche de San Bartolomé, aunque unas decadas antes de la de París y de estilo escandinavo. De las matanzas de su sucesor cunero ya hemos hablado aquí.

Pieter Pourbus, El Viejo. Monje. Segunda mitad del s.XVI. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Pieter Janzs Pourbus. Monje . Detalle.  2ª mitad s.XVI. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

El pintor que retrató a este monje benedictino belga era otro reconocido retratista flamenco,  Pieter Pourbus (1523 -1584)  que en este cuadro ha captado el estado de ánimo de un joven religioso, no en actitud mística, sino ensimismado en sus preocupaciones, a saber por qué. La prueba de la fidelidad pictórica del artista es que ni siquiera ha olvidado un grano molesto que campea en la mejilla izquierda de este hombre, consagrado o en vías de pronunciar los votos que le van a apartar del mundo y de sus pompas.

.

Fisionomías de mujeres

Y está es la joven señora castellana, satisfecha de tener su bebé bien alimentado y feliz al que hemos visto más arriba.

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Escuela Castellana del s.XVI. La Virgen con el niño. Detalle. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

 

 

Justus Van Egmont. Retrato de dama. 1650 a 55. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Justus Van Egmont. Dama de medio cuerpo. Detalle. 1650 a 55. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

¡Ah! ¡Las perlas! ¿Que tendrán las perlas que fascinan a las señoras y a sus retratistas de postín?

Para empezar tenemos las perlas de las damas que inmortalizaron tres pintores flamencos y uno de la escuela inglesa que tanto le debió a los artistas de los Países Bajos, los cuatro de la segunda mitad del siglo XVII.  Aunque ninguna de ellas, a pesar de sus nutridos collares alcanza a la joven de la perla de Johannes Vermeer (1632 – 1675), obra de la misma época. Con una sola perla superó los collares que rodean el cuello de sus contemporáneas. ¡El mérito al pintor!

Ludolf De Jongh. 1655 a 1660. Retrato de dama.Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Ludolf De Jongh. 1655 a 1660. Retrato de dama.Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

 

Peter Lely. Retrato de dama. ca. 1665. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Peter Lely. Retrato de dama. ca. 1665. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

En el caso del siguiente retrato, da la impresión de que el salto de dos siglos ha traído consigo la multiplicación por dos de los collares.

Federico de Madrazo. Gertrudis Gómez de Avellaneda. 1857. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Federico de Madrazo. Gertrudis Gómez de Avellaneda. 1857. Museo Lázaro Galdiano.  Foto R.Puig

No sé si por fortuna familiar o por los derechos de autora, esta ilustre escritora y poetisa nacional cubana, hija de indianos españoles,  Gertrudis Gómez de Avellaneda (1814 – 1873), pudo compensar un poquito sus sinsabores amorosos y matrimoniales dejándose retratar con una mirada desafiante por el mismo pintor que unos años antes había ya pintado a Isabel II.

.

Pero yo me quedo con el retrato de una joven atribuido a otra mujer, Sofonisba Anguissola (1535 – 1625), una pintora italiana que llegó a nonagenaria, lo que para la época era una excepción

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Joven dama. Detalle. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Foto R.Puig

No se identifica a la retratada, pero su fisionomía coincide con la del retrato que hizo Pantoja de la Cruz  de Isabel de Valois (1546 – 1598), a la que casaron con Felipe II  cuando aún no había cumplido los 14 años, a la misma edad en que lo habían hecho con su madre, Catalina de Medicis, casada con el rey de Francia. Da la casualidad que Sofonisba Anguissola no sólo llegó a la corte de España como pintora, sino que fue también dama de compañía de aquella Isabel de Francia que fue la tercera esposa del adusto monarca quien cuando los esponsales ya tenía 33 años de edad.

Este es sólo un detalle de un cuadro que así se describe en la ficha del museo:

De pie y casi de cuerpo entero, se representa la joven en un interior apoyando la mano derecha sobre una mesa. Mira al frente, con gesto sereno, ricamente vestida: saya de vivo terciopelo rojo sobre camisa, ambos bordados en oro. Lechuguillas de encaje y pelo oscuro recogido con un adorno de pedrería. Sobre el vestido, rico collar y cinturón de oro y pedrería.

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano. Madrid. Foto R.Puig

Atribuido a Sofonisba Anguissola. Retrato de joven dama. 1560. Museo Lázaro Galdiano.

Nada que ver con el retrato que la misma artista le hizo a Felipe II que sólo tiene en común con su joven esposa la típica golilla de la época, y si maneja entre sus dedos unas bolitas, no son perlas, sino cuentas del rosario

Felipe II por Sofonisba Anguissola. Museo del Prado

Felipe II por Sofonisba Anguissola. Museo del Prado

.

Pero a todo esto, buscaba yo, para terminar esta crónica, algún retrato al óleo del hombre que tantos coleccionó. Pero pareciera que aquí también vale lo de en casa del herrero cuchara de palo, pues sólo he podido dar con su retrato al pastel cuando el mecenas andaba por la treintena. Es obra del malogrado Joaquín Vaamonde (1872 – 1900)

Retrato al pastel de José Lázaro Galdiano por Joaquín Vaamonde. Pinterest.com

Retrato al pastel de José Lázaro Galdiano por Joaquín Vaamonde. Pinterest.com

Por desgracia da la sensación de que alguien lo estropeó emborronando la nariz del filántropo


Borgebyslott: la balada del artista triste

$
0
0
Bandada de cigüeñas. Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Bandada de cigüeñas. Ernst Norlind. Foto R.Puig

El castillo de Borgeby (Borgeby Slott) ya no es un castillo, lo fue hasta que lo demolieron los daneses en el siglo XVII, si no todas las construcciones sí las que hacían del conjunto una fortificación con sus torres y sus murallas, aunque ya antes, en el siglo XV, un rey sueco le había pegado fuego. De un modo u otro siempre estuvo envuelto en los conflictos armados que asolaron esa zona estratégica de Escania.

Y a fines del siglo XIX un rico agricultor los compró y se lo regaló a su hija Hanna, quien se casó con el pintor, violinista, editor y escritor Ernst Nordlin, que se dio a conocer por pintar repetidamente a las cigüeñas que volaban y anidaban en la región de Lund, pero sobre todo por haber sabido, junto con la rica heredera,  emplear la fortuna de que esta disponía para atraer a su selecto cenáculo a artistas, escritores y otros protagonistas de la actualidad cultural de principios del siglo XX, algunos de ellos de renombre internacional.

Ernst Norlinds. Autorretrato. Borgeby. Foto R.Puig

Ernst Norlind. Autorretrato. Borgeby. Foto R.Puig

Hanna Norlinds por Axel Törneman

Hanna Norlind por Axel Törneman

Lo más interesante del lugar, gestionado por una fundación que el matrimonio dotó para después de su muerte, es la casa-museo, honesta y transparente en lo que se refiere no sólo al mundo creativo del pintor, sino a sus facetas menos logradas, sin que falten los episodios y frustraciones familiares. Es un ejemplo instructivo de como una casa-museo puede rememorar la vida de los protagonistas que la hicieron especial, en este caso Ernst (1877-1952) y Hanna (sin datos), y en la que creció y se deterioró mentalmente su hijo Staffan (1909 – 1978). Ocupa la mansión medieval, atravesada por lo que debió de ser un pasaje a la ciudadela del antiguo castillo, que seguramente en su época guerrera estuvo protegido por un grueso portón y sus rejas. Hoy comunica la fachada de la casa-museo con las instalaciones y edificios agrícolas en parte destinados a eventos sociales y exposiciones.

La casa museo de los Nordlins. Borgebyslott. Foto R.Puig

La casa museo de los Nordlin. Borgebyslott. Foto R.Puig

Lo que queda de las fortificaciones, una torre, que no se visita, en la que casi todo es de nueva planta, es lo menos interesante aunque resulte vistosa.

Borgebyslott. Lo que queda de las fortificaciones. Foto R.Puig

Hay un panel instructivo sobre el medio natural en el que se sitúa el conjunto, donde las aves son abundantes y, en particular las cigüeñas y algunas rapaces.

Area natural de Lundalan (región de Lund). Del cartel explicativo

Area natural de Lundalan (región de Lund). Del cartel explicativo

Bandada de cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Bandada de cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlind. Foto R.Puig

La instalaciones de antiguo uso agrícola son genuinas y bien mantenidas, características del sur de Suecia.

Borgebyslott. Almacenes agrícolas. Foto R.Puig

Borgebyslott. Almacenes agrícolas. Foto R.Puig

No extraña pues que, invitado a este castillo sueco, Rainer María Rilke, que era no sólo un gran poeta, sino también muy aficionado a hospedarse en románticos torreones y castillos, en los que la inspiración le visitaba, no se hiciese de rogar y se acogiese a la hospitalidad de los Nordlin en agosto del 1904. Como era agradecido les dejó un poema dedicado a Borgeby, a las sensaciones de aquella estancia y a sus piedras.

Foto de Rilke en Borgeby

 Rilke en Borgeby. Foto Ernst Nordlin

De las actividades editoras de Ernst Nordlin se expone un ejemplar de la revista en la que publicó algunos de su poemas

Portada de Sacrum. Universidad de Lund. 1928. editada por Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Portada de Sacrum. Universidad de Lund. 1928. editada por Ernst Norlind. Foto R.Puig

Y algunos de los libros de los que fue autor.

Obras de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Obras de Ernst Norlind. Foto R.Puig

Hay también muchos de sus cuadros, en los que las aves ďominan

Halcón. Detalle de un cuadro de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Halcón. Detalle de un cuadro de Ernst Norlind. Foto R.Puig

en especial muchas, muchas cigüeñas.

Cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlinds. Foto R.Puig

Cigüeñas. Detalle de un cuadro de Ernst Norlind. Foto R.Puig

Pero estas aves no fueron motivo de felicidad para el hijo. Aparecen en sus pinturas como obsesiones de la herencia paterna. Fue un hombre marcado por una adolescencia en la que se sentía obligado por el mundo de artistas y creadores que rodeaba a sus padres y obsesionado por devenir él también un creador de éxito. El lugar ya era de por si triste, los cuadros de su padre son una muestra de cómo eran allí los inviernos y las luces del atardecer.

Staffan Nordlin escribió sobre los intentos de su adolescencia y juventud, preso de un deseo que le oprimía, el  de ser reconocido como artista y escritor

Mi juventud idiota y dividida, en la que fui coleccionista de mariposas, pianista, bailarín, dibujante, pintor, arqueólogo, enterrador y delirante

Escena onírica con cigüeñas. por Staffan Norlinds.1943. Borgeby. Foto R.Puig

Escena onírica con cigüeñas. por Staffan Norlind.1943. Borgeby. Foto R.Puig

El conflicto con su padre estaba servido, de tal modo que hijo y padre no aparecían nunca juntos. Tan es así que el padre se fue a vivir unos años a Asís.

Cigüeña disecada. Borgeby. Foto R.Puig

Cigüeña disecada. Borgeby. Foto R.Puig

Ernst Norlinds

Ernst Norlind

Hanna Norlinds por . Foto R.Puig

Hanna Norlind por Axel Törneman. Foto R.Puig

La imagen de la maternidad pintada por Staffan presentaba en su fondo un niño que parece alzarse al cielo llevado por unas esquemáticas cigüeñas y no estaba inspirada en su madre real

Maternidad por Staffan Norlinds. 1939. Borgeby. Foto R.Puig

Maternidad por Staffan Norlind. 1939. Borgeby. Foto R.Puig

sino probablemente en la talla de una virgen gótica y coronada que sostiene al niño y  que aún se ve en una hornacina de la casa-museo

Talla gótica en el castillo de Borgeby. Foto R.Puig

Talla gótica en la casa-museo de Borgeby. Foto R.Puig

Por aquellos años, el joven intentó también consagrase como escultor, aunque no se exponga  otro testimonio que el de esta foto en el estudio de un conocido escultor amigo de la familia

Staffan Norlinds durante sus estudios de escultura.

Staffan Norlind durante sus estudios de escultura.

Borgebyslott. Fachada posterior de la casa museo. Foto R.Puig

Borgebyslott. Fachada posterior de la casa museo. Foto R.Puig

Años más tarde, en 1949, a Staffan le practicaron una intervención quirúrgica que disparatadamente se aplicaba entonces a los enfermos mentales: una lobotomía

Figura ascendente con cigüeñas.por Staffan Norlinds.Borgeby. Foto R.Puig

Figura ascendente con cigüeñas.por Staffan Norlinds.Borgeby. Foto R.Puig

Ya no fue capaz de producir ni una sola imagen. Sus últimos años, desde 1949 hasta 1978, los vivió sumido en la angustia y el rencor. ¿Habría sido diferente su destino si hubiese sido agricultor como su abuelo?

 

 

 

 


Mi ruta veraniega: en el ferry y un índice

$
0
0
Pasando bajo el Älvsborgsbron. Foto R.Puig

Pasando bajo el Älvsborgsbron. Foto R.Puig

Ya estoy en Els Poblets, frente al Mediterráneo. Como cada verano he venido en la furgoneta a ritmo de jubilado. Hoy me he dejado llevar de la pereza (cosas del mar) y he pensado que lo mejor era anticipar los capítulos que seguirán. Es decir que hoy voy a resumir  el viaje en el ferry (como hice el año pasado, he decidido ahorrarme  el trayecto hasta Alemania) y anticipar un índice de las siguiente entregas.

En la nave

Pasando bajo el Älvsborgsbron. Foto R.Puig

Pasando bajo el Älvsborgsbron. Foto R.Puig

Así que, yo y mi máquina, nos subimos al ferry que navega del puerto de Gotemburgo, directo a Kiel. Te embarcas al atardecer, duermes en el barco y amaneces en Alemania, desayunado y listo para la ruta.

Flanqueando el puerto de Gotemburgo. Foto R. Puig

Flanqueando el puerto de Gotemburgo. Foto R. Puig

La luz del atardecer creaba por el lado de estribor una  atmósfera de oro que aligera de su peso a las instalaciones portuarias. Un poco más adelante retrocedemos quinientos años, del acero de las grúas y los inmensos navíos de containers a los bloques de granito.

El sol se pone a estribor. Foto R.Puig

El sol se pone a estribor. Foto R.Puig

Es el vestigio de las muchas guerras que enfrentaron a los reinos nórdicos, hoy pacíficos y bien avenidos.

Las antiguas defensas de Gotemburgo. Foto R.Puig

Las antiguas defensas de Gotemburgo. Foto R.Puig

Hoy ya no parece peligroso aventurarse en mar abierto

Hacia mar abierto. Vista a babor. Foto R.Puig

Hacia mar abierto. Vista a babor. Foto R.Puig

Vista a babor. Foto R.Puig

Vista a babor. Foto R.Puig

El barco avanza junto a las islas e islotes del archipiélago de Gotemburgo

Alejándonos hacia mar abierto. Foto R.Puig

Alejándonos hacia mar abierto. Foto R.Puig

Y a la mañana siguiente, acompañados por aves marineras, nos saludan las costas de Alemania.

Llegando a KIel. Foto  R.Puig

Llegando a Kiel. Foto R.Puig

Continuará con…

Amsterdam

El museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

El museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Gante

Desde el puente de San Miguel. Gante. Foto R.Puig

Desde el puente de San Miguel. Gante. Foto R.Puig

Normandía

Aparcamiento siglo XV. Foto R.Puig

Aparcamiento siglo XV. Foto R.Puig

Fontevraud

La Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

antes de llegar a Els Poblets, tras una noche en el camping de Vivonne al sur de Poitiers, el hospedaje familiar en Cubas de la Sagra, al sur de Madrid (atravesando las landas francesas, el País Vasco y las mesetas castellanas y manchegas).

¡ Y calor, mucho calor!

¡Nos vemos!


Algunos rostros del Rijks Museum de Amsterdam (Fisionomías XXIV)

$
0
0
Fachada de la Berg Poort. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Fachada de la Berg Poort. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

El 31 de agosto pasé el día en los museos de Amsterdam. Es bien sabido que el Rijks Museum concluyó hace tres años una cuidadosa remodelación arquitectónica a cargo del estudio de arquitectura de Antonio Cruz y Antonio Ortiz que ha durado diez años. La conclusión de las obras se interrumpió algunos años por el bloqueo de la poderosa Federación de Ciclistas de Amsterdam, que reclamaba que el pasaje de la galería central del Museo, donde se ubica la entrada al mismo, quedase abierto a la circulación de las bicicletas. Obtenida su reivindicación, la nube de ciclistas que a diario atraviesa por ahí, se ahorra cinco minutos de pedaleo. Un retraso y aumento de presupuesto que al encargado de la venta de libros de arte y de catálogos de la excelente tienda de arte del museo, con el que conversé, le parece que ha sido una cacicada. Pero ustedes vayan y juzguen pos sí mismos. Por mi parte, yo llegué a pié y en tranvía desde el camping en que me hospedaba, que tiene un aspecto idílico visto desde el puente por el que se va andando a la parada del tranvía

El camping de Zeeburg junto al Rijnkanaal de Amsterdam. Foto R.Puig

El camping de Zeeburg junto al Rijnkanaal de Amsterdam. Foto R.Puig

Es el más cercano al centro y está abierto todo el año, sobre todo para las multitudes de jóvenes a quienes atrae la ciudad, no tanto por sus museos, como por otras ofertas y diversiones. No obstante, aunque los servicios estén sucios y, si no quieres esperar más de media hora a pié firme para poderte duchar has de hacerlo cuando clarea y la mayoría duerme bajo las tiendas, en el camping reina el buen humor y durante mis dos pernoctas se respetó el silencio debido.

A la espalda y frente a la entrada del camping discurre majestuoso el Rijnkanaal de Amsterdam

El Rijnkanaal de Amsterdam cerca del camping de Zeeburg. Foto R.Puig

El Rijnkanaal de Amsterdam cerca del camping de Zeeburg. Foto R.Puig

Que algunas barcazas circulen cargadas de gas no debería ser un motivo de preocupación

Un barcaza cargada de gas pasa frente a la entrada del camping. Foto R.Puig

Un barcaza cargada de gas pasa frente a la entrada del camping. Foto R.Puig

Tampoco yo debería divagar más con mi composición de lugar, pues el objeto de esta crónica eran mis recuerdos de la visita al Rijks Museum…

La Pintura. Altorrelieve de la fachada principal. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La escuela de pintura. Altorrelieve de la fachada principal. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

.

Hay que llegar temprano

Ya me lo advirtieron a la entrada, pues accedí al museo justo cuando abría sus puertas: “vaya primero a ver las obras de Rembrandt, si es que quiere verlas en paz”. ¡Pobre de mí! bastó que me entretuviese en algunas salas previas, para que, en llegando al sancta sanctorum del artista, me fuese imposible adentrarme en La ronda nocturna, el cuadro que preside la Galería de Honor.

No sé cómo explicarlo, pero hay obras que piden no sólo contemplación, sino un movimiento interior que te lleve a pasar del otro lado del lienzo, a moverte entre los personajes y sentir, pincelada a pincelada, el proceso de creación de las fisionomías de los protagonistas y de la magia y la atmósfera del momento. Algo así como tratar de verse cara a cara con Rembrandt en el trance de pintar.

La Galeria de Honor. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La Galeria de Honor. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Pero dirán ustedes que lo que yo pido es soñar despierto en la sala de un museo sin que nadie me despierte. Así que dejémoslo estar. Un día quizás…

Afortunadamente los turistas no se amontonaban ante otras obras en las salas laterales…

La conspiración de los bátavos. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La conspiración de los bátavos. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

"La novia judía". Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

“La novia judía”. Rembrandt. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

y pude dejarme secuestrar por ellos durante unos instantes.

.

El arte de tallar la madera

Que la tradición del expresionismo centroeuropeo viene de lejos es conocido. También es más fácil circular con calma por la colección de esculturas tardomedievales del museo, recoletas en su penumbra y menos frecuentadas. Así que, voy a referirme a mi encuentro con algunas de esas obras.

En primer lugar, un tema clásico del siglo XV y del siglo XVI: el encuentro (diríamos hoy que el flechazo) de otros dos consortes judíos, Joaquín y Ana, que Durero también grabó y los artistas de la talla interpretaron por toda Europa, entre ellos los imagineros españoles.

el-encuentro-de-joaquin-y-ana-maestro-de-joaquin-y-ana-s-xv-detalle-rijksmuseum-amsterdam-foto-r-puig

Encuentro de Joaquín y Ana, “Maestro de Joaquín y Ana”. s.XV.Rijksmuseum. Foto R.Puig

Esta es una talla a caballo entre el Gótico y el Renacimiento, obra de un anónimo escultor holandés.

De perfil gótico es La Virgen con el niño de Adriaen van Wesel (ca. 1415 – ca. 1490), que recuerda a las esculturas de las catedrales europeas, con sus sonrisas apenas apuntadas y sus rostros inclinados benevolamente hacia los fieles que imploran favores.

La Virgen y el niño. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La Virgen y el niño. Adriaen van Wesel. ca. 1470. Detalle. Rijksmuseum. Foto R.Puig

De carácter abiertamente expresionista es la muerte de la Virgen del mismo escultor, quien, pocos años más tarde, pasa del lirismo al drama, adecuándose al nuevo encargo, un retablo para la Cofradía de Nuestra Señora de la iglesia de San Juan en ‘s-Hertogenbosch, de la cual formaba parte Anthonius van Aken, el padre de el Bosco (ca.1450 – 1516). Hay algunas obras del genio del Jardín de las Delicias que guardan semejanza con otras tallas de van Wesel, por ejemplo la tabla de San Juan Evangelista en Patmos del Museo de Berlín. La figura del evangelista está inspirada en la talla del escultor que formaba parte del mismo retablo (hoy en el Het Noordsbrabants Museum). Está documentado que Jheronimus  van Aken (el Bosco) y su padre  conocieron a Adriaen van Wesel y las obras que talló para la iglesia de San Juan de su ciudad.

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. ca. 1475 – 1477. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV.  Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

La muerte de la Virgen. Adriaen van Wesel. s.XV. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Es el rostro de una María agonizante, ataviada como una viuda holandesa y rodeada por unos apóstoles con caras tristes, circundadas de abundantes cabellos cuidadosamente trabajados, en una demostración de virtuosismo en la talla de la madera.

.

La Dolorosa 

Tres lustros más tarde, un artista florentino afincado algunos años en los Países Bajos, Pietro Torrigiano (1572 – 1428), famoso por haber roto de un puñetazo el tabique nasal de su paisano Miguel Angel, realizó un busto de la Virgen Dolorosa que rompe los cánones de la expresión gótica y que hasta puede decirse que tiene un aire surrealista.

Mater dolorosa. Atribuida a Pietro Torrigiano principios del s.XVI. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Mater dolorosa. Atribuida a Pietro Torrigiano, ca. 1507. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Dicen que esta dolorosa la encargó la que sería regente de los Países Bajos y tutora del futuro Carlos V, la Archiduquesa Margarita de Austria (1480 – 1530), tras enviudar por segunda vez y perder prematuramente a su hermano Felipe el Hermoso (1478 – 1506).

Pero si hemos de hablar de surrealismo ¿qué me dicen de este San Vito de facciones góticas, ensimismado y en trance de freírse en aceite hirviendo con apenada serenidad? Originalmente era una talla de madera, que más tarde fue policromada en el siglo XVII.

San Vito en el aceite hirviendo. ca.1500. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

San Vito en el aceite hirviendo. ca.1500. Detalle. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

.

Contrastes del destino

¡Qué diferente tratamiento el que un pintor, también del siglo XVII, le dio al joven con el que concluimos nuestra crónica!

El pintor de las familias más pudientes de la oligarquía de Amsterdam, Bartholomeus van der Helst, retrató así al hijo de Andries Bicker, alcalde de Amsterdam, uno de los más ricos comerciantes de los Países Bajos y varias veces embajador, cuyo retrato se puede ver en el museo junto al de su hijo.

Gerard Andriesz Bicker (1622 – 1666) tenía a la sazón veintidós años y -a diferencia de San Vito– su relación con el aceite se reducía probablemente a los platos que le servían sobre una mesa bien provista.

Retrato de Gerard Andriesz Bicker. Bartholomeus van der Helst. c. 1642. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig

Retrato de Gerard Andriesz Bicker. Bartholomeus van der Helst. ca. 1644. Rijksmuseum. Amsterdam. Foto R.Puig


De Amsterdam a Gante (Fisionomías XXV)

$
0
0
La explanada de los museos. Amsterdam. Foto R.Puig

La explanada de los museos. Amsterdam. Foto R.Puig

A poca distancia del Rijksmuseum, paseando por la explanada de los museos llego al Museo Municipal de Arte Moderno (Stedelijk Museum)

El Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

El Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

En el que la arquitectura contemporánea arropa al edificio en ladrillo de finales del siglo XIX.

Entrada.  Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Entrada. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

La recepción. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

La recepción. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Ensamblaje de arquitecturas. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Ensamblaje de arquitecturas. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

A los espacios de construcción contemporánea se accede por escaleras mecánicas a juego

Escalera mecánica. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Escalera mecánica. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

mientras que en el primer edificio se mantiene la escalinata original, aunque bajo una corona contemporánea, luminosa y móvil

Escalera interior. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

Escalera interior. Museo de Arte Moderno. Amsterdam. Foto R.Puig

También se mueven (tras apretar el botón) estos animales momificados de cuyo autor no encontré la cartela pero tiene toda la mordacidad de una instalación del pionero de las instalaciones y las performances, el norteamericano Bruce Nauman

Museo de Arte Moderno. Animalario móvil. Amsterdam. Foto R.Puig

Museo de Arte Moderno. Animalario móvil. Amsterdam. Foto R.Puig

Aunque el museo se esfuerza por ofrecer al visitante un recorrido por las épocas y escuelas del arte moderno y contemporáneo con algunas obras memorables y otras menos, con amplios saltos que van desde Rodin y Cezanne

Jean d'Aire. Rodin 1884 a 86. Foto R.Puig

Jean d’Aire. Rodin 1884 a 86. Foto R.Puig

La Santa Victoria. Paul Cezanne. 1888. Foto R.Puig

La Santa Victoria. Paul Cezanne. 1888. Foto R.Puig

hasta obras y fisionomías más recientes, algunas a mi modo de ver deudoras del grupo COBRA, ampliamente representado en el museo, como una del norteamericano Julian Schnable de la que he seleccionado un rostro. Esta obra me recuerda las obras de Mauritz Karström, el malogrado artista sueco del que hemos hablado en este blog

La muerte inesperada de Blinky Palermo en el trópico. Julian Schnable. 1981. Detalle. Foto R.Puig

La muerte inesperada de Blinky Palermo en el trópico. Julian Schnable. 1981. Detalle. Foto R.Puig

o un rostro con iluminación de neón (a la moda de los años 60) del francés Martial Raysse, miembro de la corriente del Nouveau Réalisme

PIntura dealta tensión. Martial Raysse. 1965. Foto R.Puig

Pintura de alta tensión. Martial Raysse. 1965. Foto R.Puig

Del largo y complejo recorrido me quedaré además con un cuadro de Chagall

Autorretrato de los siete dedos. Marc Chagall. 1912 a 13. Foto R.Puig

Autorretrato de los siete dedos. Marc Chagall. 1912 a 13. Foto R.Puig

otro de Matisse

Odalisca. Henri Matisse. 1920 a 21. Foto R.Puig

Odalisca. Henri Matisse. 1920 a 21. Foto R.Puig

y el bronce de un torso delicuescente del holandés-americano Willem de Kooning

large-torso-willem-de-kooning-1974-foto-r-puig

Large torso. Willem de Kooning. 1974. Foto R.Puig

Confirmo mi devoción incondicional por la obra de Mark Rothko

Sin título. Mark Rothko. 1962. Foto R.Puig

Sin título. Mark Rothko. 1962. Foto R.Puig

y les dejo otros dos recuerdos de mi paso por las salas del museo, la de los minimalistas norteamercanos

Flecha. Trans West, Kennet Noland y Richard Tuttle, Arrow. 1965-66. Foto R.Puig

“Trans West” de Kennet Noland y “Arrow” de Richard Tuttle. 1965-66. Foto R.Puig

y la dedicada a los espacialistas, en la estela del manifiesto blanco de Lucio Fontana

Varias obras de la Nueva Objetividad. Años 50 y 60. Foto R.Puig

Varias obras del espacialismo de los años 50 y 60. Foto R.Puig

.

pero ahora de estos espacios nos vamos hacia otros, en la etapa siguiente de mi ruta de verano en dirección a  España…

Gante

Mi vecino del camping en Gante. Foto R.Puig

Mi vecino del camping en Gante. Foto R.Puig

Acampé en las afueras de Gante, en el camping municipal de Blaarmerseen, extenso y tranquilo, perfectamente comunicado con la ciudad por un autobús que te pone en la estación de Sint-Pieter en diez minutos; aunque –o tempora o mores- en mi última tarde en Gante una multitud paralizó la ciudad en búsqueda de un pokemón, y tuve que esperar en la parada durante una hora, para volver al camping

gante-la-fuente-frente-a-la-estacion-sint-pieters-foto-r-puig

Gante. La fuente frente a la estación Sint-Pieter. Foto R.Puig

De los puentes y canales de Amsterdam he venido a pasear junto a los de Gante

Gante. El canal de la Predikherenlei y el ábside de San Miguel. Foto R.Puig

Gante. El canal de la Predikherenlei y el ábside de San Miguel. Foto R.Puig

Los monumentos de esta ciudad flamenca, más tranquila que Amsterdam, se concentran a lo largo de un breve recorrido, que también reúne abundantes restaurantes y tabernas de gastronomía belga

Gante. Limburgstraat y catedral de San Bavón. Foto R.Puig

Gante. Limburgstraat y catedral de San Bavón. Foto R.Puig

Gante. Monumento a los hermanos Van Eyck junto a San Bavón. Foto R.Puig

Gante. Monumento a los hermanos Van Eyck junto a San Bavón. Foto R.Puig

La calle que bordea la iglesia de San Nicolás y nos acerca a las inmediaciones del famoso puente de San Miguel se llama Cataloniestraat (Calle de Cataluña). ¿Tendrá que ver con las aspiraciones al derecho a decidir de una parte de las ciudadanías de Flandes y de Cataluña? En todo caso, calles de Flandes en ciudades catalanas hay bastantes (como las hay en otras ciudades de España), pero lo que es especial es que Gerona fue la ciudad invitada a las Floraliën de Gante en abril de este año, como Gante lo fue del Temps de flors de Gerona en mayo del año pasado. 

El Presidente de la Generalitat Catalana fue invitado oficial en las festividades florales de Gante y aprovechó para entrevistarse con el de Flandes en busca de solidaridad para su proyecto de desconexión de España, pero a Geert Bourgeois, desde que su partido se autodeterminó a gobernar en Bélgica, le ha bajado mucho la fiebre independentista y no se quiso mezclar en el asunto.

Sea como sea, el diálogo floral es siempre vistoso, incluso cuando no da frutos, y a San Nicolás, cuya iglesia preside la calle de Cataluña, se le conmemora en Bélgica tanto como en España a los Reyes Magos. La leyenda que se les cuenta a los infantes es que un carnicero malo había convertido a unos niños en salchichas, pero San Nicolás los resucitó y castigo al matarife. Es más suave pensarlo como Santa Claus y portador de regalos, pero quién sabe si también sera capaz de hacer milagros con butifarras.

Gante. La iglesia de San Nicolás en la Cataloniestraat.. Foto R.Puig

Gante. La iglesia de San Nicolás en la Cataloniestraat.Foto R.Puig

.

El museo

La entrada del Museo de Bellas Artes de Gante. Foto R.Puig

La entrada del Museo de Bellas Artes de Gante. Foto R.Puig

Llegué viajando en tranvía y en autobús al gran espacio verde que alberga los dos museos, el de Bellas Artes (MSK) y el de Arte Moderno (SMAK), el Parque de la Ciudadela, al otro lado de la circunvalación interior.

Sólo me alcanzó el tiempo para visitar el primero, situado en un edificio neoclásico de finales del siglo XVIII. Reabrío sus puertas en 2007, tras varios años de remodelación. Escasos visitantes circulan con gran tranquilidad por unas salas que contrastan con las abarrotadas que visité en Amsterdam. También hay que decir que lo que se exhibe es lo que las tropas napoleónicas no alcanzaron a expoliar. Guarda obras maravillosas de una colección que transporta al visitante desde la Edad Media a los comienzos del siglo XX. Como se puede repasar en el sitio oficial del Museo, yo me limito a insistir en una de mis manías: la recolección de rostros.

Puesto que estamos en su año, empecemos por  con unas fisionomías de El Bosco que ya Umberto Eco incluyó en su Historia de la Fealdad

El Bosco. Jesús con la cruz a cuestas. Detalle. ca. 1516. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

El Bosco. Jesús con la cruz a cuestas. Detalle. ca. 1516. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

sin que faltasen caricaturistas análogos de tradición germánica

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. ca. 1520. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. 1520. Gante. Foto R.Puig

como el Maestro del Retablo Pflock, un anónimo de la escuela de Lucas Cranach

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. ca. 1520. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Maestro del retablo Pflock. La coronación de espinas. Detalle. 1520. Gante. Foto R.Puig

.

En el caso de esta talla gótica, el famoso protagonista es víctima no de la cruz ni de las espinas sino de las flechas de su martirio, y muestra el rostro de la pena característico de las tallas medievales, sin que falte el puño crispado del sufridor. Tampoco debe de hacerle gracia que alguien le haya robado sus flechas.

Meester Arn. San Sebastián. ca. 1480. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto

Meester Arn. San Sebastián. ca. 1480. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto

Pero nada como la desesperación eterna de los condenados del Juicio Final

El Juicio Final de Rafaël Coxcie. 1588-89. Detalle. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

El Juicio Final de Rafaël Coxcie. 1588-89. Detalle. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Rostro atormentado, obra del arte manierista de Rafaël Coxcie, al que no le falta el detalle del mesiodens o diente del mal. Se da el caso de que el padre del artista (Michiel Coxcie, el apodado Rafael flamenco), con quien se había formado el hijo, había trabajado en Italia en el círculo de Miguel Ángel y este cuadro bien pudiera haberse inspirado en el fresco de la Sixtina.

El Juicio Final de Rafaël Coxcie.1588-89.Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Los condenados del Juicio Final de Rafaël Coxcie.1588-89.Detalle. Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

No quisiera despedirme de las salas del museo de Gante con estas dramáticas imágenes, ya que al fin y al cabo es un lugar en el que se respira la calma

Una sala del Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Una sala del Museo de Bellas Artes. Gante. Foto R.Puig

Así que, para iluminar el panorama con las luces de la inocencia, terminemos con los rostros de dos de los cinco hijos de Lieven van Pottelsberghe y Livina van Steelant, a  los que debieron mimar bastante en aquella familia acomodada de los Países Bajos de principios del siglo XVI

Gerhard Horenbout. Dos hijos de la familia Von Pottelsberghe. Foto R.Puig

Gerhard Horenbout. Dos hijos de la familia Von Pottelsberghe. Foto R.Puig

y muy muy devota…

Gerhard Horenbout. La familia Von Pottelsberghe. Museo de Bellas Artes. Gante

Gerhard Horenbout. La familia Von Pottelsberghe. Museo de Bellas Artes. Gante

.

Devotos, es decir consagrados a un trabajo excepcionalmente delicado, son también los profesionales que están trabajando en el museo, tras un gran ventanal, a la vista del público, en la restauración del retablo de El Cordero Místico  de los hermanos Van Eyck cuyo lugar habitual es la catedral de San Bavón. Ahí estuve un buen rato leyendo los paneles explicativos del proceso y viéndoles trabajar, claro que sin poder traer aquí la prueba, pues no se podía lógicamente hacer fotos de su trabajo.



Parada y fonda en el Pays d’Auge

$
0
0
Manzanas de Le Mesnil. Foto R.Puig

Manzanas de Le Mesnil. Foto R.Puig

Para Jaime y Pascale

En junio habíamos hablado aquí de cómo se hace una sidra artesanal normanda. Pues bien, el cuatro de setiembre mis amigos de Le Mesnil me acogieron en su demora del siglo XV y pude comprobar personalmente que la sidra del año ha resultado excelente, de discreta dulzura y moderada gradación de alcohol como habían previsto.

la-sidra-del-ano-foto-r-puig

La sidra del año. Foto R.Puig

Quinientas botellas que han nacido de los pomares que rodean Le Mesnil. Expliquemos que esta expresión significa “dominio rural” y que procede de la langue d’oïl, una rama de las lenguas galorromanas que ha dejado sus huellas en topónimos de Normandía.

Los pomares de Le Mesnil.  Foto R.Puig

Los pomares de Le Mesnil. Foto R.Puig

La última vez que pude visitarles fue en el verano del 2013 y ya entonces partimos con unas cuantas botellas de sidra en la furgoneta. Este año, cuando llegué a las costas valencianas, pude comprobar que esta excelente sidra acompaña muy bien al arroz en paella.

Sidra de Jaime y Pascale con paella de Ramón. Foto R.Puig

Sidra de Jaime y Pascale con arroz en paella de Ramón. Foto R.Puig

Pero no anticipemos acontecimientos, pues todavía me quedan más de 1500 kilómetros de ruta. Así que hablemos de las novedades en Le Mesnil.

La mansión normanda sigue cumpliendo siglos esperando que resucite algún Brueghel para pintarla

Paz campestre del siglo XV. Foto R.Puig

Paz campestre del siglo XV. Foto R.Puig

Las ventanas se ornan ahora con encajes de bolillos en los que no había reparado antes.

Artesanía de las ventanas. Foto R.Puig

Artesanía en las ventanas. Foto R.Puig

La cuvée de sidra 2016 pacienta en sus botellas

La sidra del año. Foto R.Puig

La sidra del año. Foto R.Puig

Hay una nueva huésped, escapada de no se sabe dónde, que se ha encariñado con el lugar. Sin osar entrar en la casa habita en las dependencias anexas y agradece lo que le sirven…

Petite sauvage normande. Foto R.Puig

Petite sauvage normande. Foto R.Puig

Al parecer, el entorno le suministra también no pocos ratones campestres…

Une chausseuse en attente. Foto R.Puig

Une chausseuse en attente. Foto R.Puig

y debe de tener pareja por los alrededores, pues en la leñera ya hay cuatro nuevos gatitos

Un chaton de la petite sauvage normande. Foto R.Puig

Un chaton de la petite sauvage normande. Foto R.Puig

El estanque de las ranas sigue en su rincón de juncos.

El estanque de Le Mesnil. Foto R.Puig

Visión impresionista del estanque de Le Mesnil. Foto R.Puig

He elegido esta foto en su versión impresionista, pues recoge su aspecto más misterioso, aunque no tanto como uno de los antiguos cabañones agrícolas que mis amigos desean restaurar

La tarea por hacer. Foto R.Puig

La tarea por hacer. Foto R.Puig

Me parece que la próxima vez voy a venir con el mono, las botas y los guantes de trabajo para merecerme, un poco al menos, su maravillosa hospitalidad

Y, como la ruta continúa, el próximo domingo hablaremos de Fontevraud…

La Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

 


Visita a Fontevraud en el valle del Loira y fin de la ruta veraniega

$
0
0
Fontevraud. Ménsula en el refectorio del monasterio Foto R.Puig

El ángel con la corona de espinas. Ménsula  del refectorio del monasterio de Fontevraud.  Foto R.Puig

El monasterio de Fontevraud, o mejor dicho el conjunto de varios monasterios, lo fundó en tiempos de la primera Cruzada un predicador bretón que propugnaba cenobios mixtos con monjas y monjes, en los que se combatía la llamada de la carne con estrictas penitencias y mortificaciones: la ascésis del “syneisaktismo” (algo así como “dirigirse juntos”, del griego syn-eisago) de la tradición eremítica oriental, con la que se tenían a raya las tentaciones del sexo. Se llamaba Robert d’Arbrissel (ca.1045 – 1115). El nombre del monasterio deriva de la “fontaine d’Evraud” que sigue manando por los túneles del subsuelo de este complejo abacial.

Tras una serie de avatares y de no pocos conflictos con los obispos y gracias a algunos patronazgos poderosos, Robert logró consolidar su fórmula de comunidades monásticas de hombres y mujeres (más o menos separadas en edificios diversos y cercanos). Pero estableció que la Abadesa sería siempre una mujer. La primera se llamaba Pétronille de Chemillé. Las comunidades fontevristas se extendieron rápidamente por el Oeste de Europa, en especial en Francia, España e Inglaterra, amparadas por la nobleza. La de Fontevraud, la central de todas, está situada cerca de la orilla izquierda del Loira entre Saumur y Chinon, y es el complejo abacial más grande de Francia.

Hasta los ingleses vienen de excursión a ver las estatuas yacentes de algunos Plantagenet que reinaban por esta región cuando Fontevraud se consolidaba. Claro, que lo que son sus restos, tras los innumerables trasiegos de la historia, no están ya bajo esas piedras, pero al parecer hace siglos sí estuvieron ahí. Por de pronto, Ricardo Corazón de León tiene su tumba verdadera en la catedral de Rouen.

En primer lugar, los regios padres de dos hermanos rivales que forman parte del imaginario adolescente de mi generación…

Enrique II de Inglaterra (+1189) y la Reina Leonor de Aquitania (+1204). Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

Enrique II de Inglaterra (+1189) y la Reina Leonor de Aquitania (+1204). Foto R.Puig

Ricardo Corazón de León pudo estar temporalmente enterrado bajo esta efigie, acompañado años más tarde por su cuñada, la esposa de Juan sin Tierra, aquel malo de las películas de Robin Hood y de aquellas aventuras que leímos. Pero el héroe, si ahora parece tranquilo y sereno, en vida fue más bien violento y dado a incordiar a todo el mundo.

Ricardo Corazòn de León (+1199) y la esposa de Juan sin tierra Isabel de Angulema (+1246). Abadía de Fontevraud. Foto R.Puig

Ricardo Corazòn de León (+1199) y la esposa de Juan sin Tierra Isabel de Angulema (+1246). Foto R.Puig

El monasterio y sus edificios ancilares ha pasado por innumerables transformaciones durante siete siglos de vida monástica bajo reglas ascéticas, hasta una progresiva relajación que culmina en el siglo XVI, cuando, tras doscientos años de guerras y hambrunas, va cayendo bajo el ala protectora e interesada denlos Borbones y Luis XIV establece como abadesa a una princesa de veinte años.

Marie-Gabrielle de Rochechouart abadesa de Fontevraud nombrada por Luis XIV.

Marie-Gabrielle de Rochechouart abadesa de Fontevraud nombrada por Luis XIV en 1670

Fue abadesa durante treinta años y convirtió el lugar en una corte confortable y animada por artistas y músicos, con palacio abacial y cuidados jardines y hospederías. Se seguía así la costumbre de colocar a la cabeza del monasterio a damas de la aristocracia y la realeza. De este modo los reyes podían confiar al cuidado de la abadesa, para su instrucción, a las hijas que tenían de sus favoritas. Así hizo Luis XIV, como antes lo habían hecho los Plantagenet y los Valois. Su sucesor, Luis XV, mandó a Fontevraud a cuatro hijas muy pequeñas, una de las cuales moriría ahí.

Fontevraud.  Claustro de la abadía.Foto R.Puig

Fontevraud. Claustro de la abadía.Foto R.Puig

Además de las doscientas monjas que podía albergar el sitio, había entre ochenta y cien servidores. Todo el complejo se mantenía con las rentas de sus propiedades y las pensiones reales.

La Regla de la Orden de Fontevraud en 1642

La Regla de la Orden de Fontevraud en 1642

La severidad de la Regla era para las monjas de más modesta extracción y el refinamiento espiritual y mundano para las de origen noble.

Fontevraud. Torre de las cocinas. Foto R.Puig

Fontevraud. Torre románica de las cocinas. Foto R.Puig

Por las enormes dimensiones del refectorio y de la torre que cobijaba las cocinas adyacentes, equipada con una imponente salida de humos, donde al parecer se ahumaban también carnes y cecinas, se adquiere una imagen de las dimensiones que alcanzó aquella industria monástica.

La Abadía de Fontevraud. Patio de San Benito y complejo de las enfermerías Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Patio de San Benito y complejo de las enfermerías Foto R.Puig

Fontevraud es sencillamente enorme, aunque, siguiendo la tradición de los edificios turísticos franceses, encontrar unas toilettes  pone a prueba tus habilidades de explorador  y exige caminar en su busca centenares de metros

La Abadía de Fontevraud (del folleto oficial)

La Abadía de Fontevraud (del folleto oficial)

Es un enorme centro de atracción turística, en el que el interés por vulgarizar su historia para los doscientos mil visitantes que llegan cada año lo ha convertido en un parque temático donde, por ejemplo, en el subsuelo, bajo el altar y el ábside,  te explican los restos del primer templo con una serie de videotops protagonizados por alegres esqueletos que se mueven sobre un fondo negro.

La Abadía de Fontevraud. Altar y ábside. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Altar y ábside. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Acceso de visitantes. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Acceso de visitantes. Foto R.Puig

.

Y llegaron la Revolución, Napoleón y la Restauración

La Revolución Francesa lo desmanteló y expulsó a los monjes del monasterio masculino cercano y un poco más tarde a las monjas del Gran Monasterio. A los Plantagenet yacentes se les movió de acá para allá. A pesar del abandono y los pillajes, se salvaron algunos elementos valiosos, como el retablo del altar que se llevó a la parroquia de San Miguel, cercana y más antigua que el propio monasterio.

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. La iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

En 1804 Napoleón Bonaparte decidió convertir a esta abadía en una cárcel, como hizo con las de Mont Saimt-Michel y Clairvaux. Comenzaba así la historia de la Abadía de Fontevraud como prisión mediante una radical intervención arquitectónica, que terminó en 1814 cuando llegaron a ella los primeros sescientos condenados de ambos sexos. Se consideraba la más dura de Francia y estuvo operativa hasta 1963.

Así que, en realidad, se empezó a utilizar con la Restauración monárquica y durante el Segundo Imperio, cuando por motivos políticos o de represión se te podía encerrar ahí, condenado a trabajos forzados junto a los más peligrosos criminales de derecho común.

Inscripción de un preso en el muro de Fontevraud en 1817.

Inscripción de un preso en el muro de Fontevraud

Un tal Piron declaraba en el muro de su celda en 1817: “Piron ha cumplido 218 días por expresiones sediciosas” “Sólo queda tener buen corazón y no sorprenderse de nada”

Representación aérea de la abadía de Fontevraud en su época de prisión. Foto R.Puig

Representación aérea de la abadía de Fontevraud en su época de prisión. Foto R.Puig

La mayor parte de la historia opresiva de este centro transcurrió bajo ministros de Justicia e Interior franceses, con el intermedio de 1940 a 1944  al servicio de la ocupación. Con el apoyo del gobierno de Vichy, los nazis se la encontraron lista para el encarcelamiento y la tortura de los resistentes, y su deportación a campos de concentración o su ejecución. Acabada la guerra siguió a pleno rendimiento hasta que fue disminuyendo el número de presos y se cerró en 1963. La rehabilitación empezó durante sus últimos años como cárcel y fue una tarea de gran complejidad. No todos los desaguisados pudieron corregirse, como se comprueba aún en los restos de estucado que cubren las ménsulas del refectorio y otros relieves.

La Abadía de Fontevraud. Placa recuerdo prisioneros de los nazis.

La Abadía de Fontevraud. Placa recuerdo prisioneros de los nazis.

Curiosamente, en su orientación recreativa este “Centro Cultural del Oeste”, como se le llama, ofrece al público infantil un recorrido por el itinerario de la más famosa evasión que el centro ha vivido durante su época como prisión. Fue en 1955 cuando Roger Dekker y Gustave Merlin, junto con “el carnicero de Nancy”, George Damen, se escaparon una tarde. El entretenimiento podría tener su gracia, si no fuese por que los dos primeros acabaron fritos a tiros por los gendarmes en un campo de trigo, aparentemente en situación de indefensión, no muy lejos en Saint-Maure de Touraine, una villa conocida comomcentro de peregrinaje, por la que pasé hace dos años.

El tercero se cayó del muro en la escapada y volvió a la cárcel, tras un breve paso por el hospital en el que atendieron sus contusiones. El el camino de vuelta a la prisión los guardias le rompieron una pierna y otros huesos. Se da el caso de que uno de los motivos por los que había sido condenado, es porque en su carnicería de Nancy transformó en embutidos (sic) a unos cuantos ocupantes alemanes a los que había previamente asesinado. Su foto apareció en los periódicos.

Fontevraud. La triple evasión.

Fontevraud. La triple evasión en la prensa local de la época.

La Abadía de Fontevraud. Escaleras carcelarias. Foto R.Puig

La Abadía de Fontevraud. Escaleras carcelarias. Foto R.Puig

En resumidas cuentas, si quieren visitar una abadía para impregnarse de su historia, para respirar algo del sosiego que muchas de las que quedan en Europa transmiten y, sobre todo, si aspiran a que todavía algunos monjes estén entonando sus cantos gregorianos en su recinto, no elijan Fontevraud. Y si sucumben a la tentación de visitar este parque temático, siéntense antes un rato en un banco de la pequeña iglesia de San Miguel que antecede a la entrada, para eso no hay que pagar billete, y descansen del viaje.

A la salida, puede que el gato indolente que no sedignó mirarme les mire a ustedes pasar, aunque con monástica indiferencia

Un vecino de Fontevraud junto al nártex de San Miguel. Foto R.Puig

Un vecino de Fontevraud junto al nártex de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. Nartex externo de la iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Fontevraud. Nártex externo de la iglesia de San Miguel. Foto R.Puig

Algunos documentos audiovisuales sobre Fontevraud:

En cuatro minutos una presentación de la historia arquitectónica de Fontevraud

Sobre la trágica evasión de la prisión de Fontevraud en 1955 

Visitando rincones no accesibles al público del monasterio de Fontevraud

La visita a Fontevraud fue la última en Francia. La noche la pasé en el “camping des Trois Rivières” en Vivonne, al sur de Poitiers. Con la imagen del amanecer del seis de setiembre , en ese último camping ya casi desierto, termino estas crónicas veraniegas.

Amanece en el camping municipal de Vivonne. Foto R.Puig

Amanece en el camping municipal de Vivonne. Foto R.Puig

Eran las siete de la mañana cuando puse la directa para llegar a dormir en Cubas de la Sagra, al sur de Madrid.  Tras poco más de novecientos kilómetros, pasando mucho calor, llegué casi a medianoche al hospedaje familiar.


Señales de otoño

$
0
0
En el Mediterráneo al comienzo del otoño. Foto R.Puig

En el Mediterráneo al comienzo del otoño. Foto R.Puig

Así se mostraba el mar al amanecer cuando dejé mi rincón mediterráneo al inicio del otoño. Ahora, en Gotemburgo, se van acortando los días paulatinamente

Se adelantan las noches. Foto R.Puig

Se adelantan las noches. Foto R.Puig

y ya se perciben los signos del otoño.

Viene la lluvia. Foto R.Puig

Chispea. Foto R.Puig

El gaviotín

Ya no soy pichón,

que vuelo solo

y me busco la vida,

pero estoy perplejo.

Todo era sol y luz

cuando salí del huevo

y mire usted ahora,

estas aguas plomizas,

y ya empieza a llover.

Felices días pasados

cuando bastaba

reclamar la pitanza

a piar pelado

y mamá abría el buche.

¿Y de la concurrencia

qué me dicen?

Pescar me da pereza,

y del resto

palomas por las plazas,

gorriones,

por no hablar de los grajos,

las urracas,

y otros de la misma calaña.

Ya no hay clase,

hasta una lombriz

hay que ganarla

a picotazos.

Pero al menos

esta isla es mía.

Aunque,

aunque…

¡mil truenos,

por ahí llega mi prima!

R.Puig de la Bellacasa

Aparecen los paraguas. Foto R.Puig

Aparecen los paraguas. Foto R.Puig

Al borde de los canales los árboles amarillean y las hojas se desprenden
Suavemente el otoño. Foto R.Puig

Suavemente el otoño. Foto R.Puig

Tiempo de hojas caidas. Foto R.Puig

Tiempo de hojas caidas. Foto R.Puig

Y yo me permito citar de nuevo a Pierre Henri de Valenciennes, pintor y teórico de la pintura del paisaje:

El Otoño ofrece a los Artistas escenas verdaderamente interesantes. La diversidad de tintas que se extiende por la Naturaleza es muy notable; la atmósfera es menos pesada y el calor más soportable. Hay más animación en el paisaje, pues los campos están más habitados y sus placeres son más frecuentes y variados. El comienzo de esta estación muestra la fuerza, el poderío, la riqueza y la majestad de la Naturaleza. Todos los productos vegetales han alcanzado su perfecto desarrollo; el color de los frutos no puede casi compararse sino consigo mismo y los contrastes entre sus diferentes formas aumentan aún más el encanto de este espectáculo

La cascada del Botánico a comienzos del otoño. Foto R.Puig

La cascada del Botánico a comienzos del otoño. Foto R.Puig

Continúa el pintor de los paisajes del Lazio con sus reflexiones sobre el otoño. Como es de esperar lo asocia a la melancolía y a la preparación para el invierno

Con el fin del Otoño, a pesar de los goces reales que nos procura, la satisfacción del espíritu no es del todo pura. La idea de la destrucción que insensible avanza perturba los placeres que degustamos. Los árboles pierden su verdor y el tiempo su serenidad. El sol acorta cada día su carrera. Las nieblas frías y húmedas se apoderan de la atmósfera y hacen caer las últimas hojas. Las lluvias comienzan; las aves de paso se agrupan para emigrar; las que habitan las aguas se dejan ver. El urbanita vuelve a la ciudad para refugiarse en ella de los rigores del invierno que a grandes pasos se acerca. Su retorno al hogar anuncia el encuentro cercano con su familia y sus amigos, que con él van a consumir los productos que ha recolectado en sus finca.

Pierre Henri de Valenciennes  (Réflexions et conseils à un Élève sur la Peinture et particulièrement sur le genre du Paysage, La Rochelle, Rumeur des Ages, 2005,146 pages, p.64  (la traducción es mía)

.

El Göteborg se enfunda para invernar. Foto R.Puig

El “Göteborg” se enfunda para invernar. Foto R.Puig

Y yo me voy a dar una vuelta por el barrio, que es tiempo de pasear

Por las avenidas de Gotemburgo.. Foto R.Puig

Por las avenidas de Gotemburgo. Foto R.Puig

solo o con el perro

Invitación al paseo.Foto R.Puig

Invitación al paseo.Foto R.Puig

Aunque en mi caso, nuestra mascota es una gata y prefiere la ventana

Brinco o no brinco. Foto R.Puig

¿Brinco o no brinco? Foto R.Puig

Así que nos vamos por ahí descubriendo detalles

Tiempo de hojas caidas. Foto R.Puig

Tiempo de hojas caídas. Foto R.Puig

en los postes de las farolas

Tiempo de hojas caidas. Foto R.Puig

Tiempo de hojas caídas. Foto R.Puig

en el parque donde vienen a recreo los niños del centro preescolar cercano

El rincón de Anton. Foto R.Puig

El rincón de Anton. Foto R.Puig

o por las veredas del Trädgårdsföreningen, que nos invitan a disfrutar de la estación y donde, para siempre, Bellman, el poeta y cantautor nacional sueco, mira cambiar de color estos jardines.

El rincón del poeta. Foto R.Puig

El rincón de Carl Michael Bellman (1740-1795) . Foto R.Puig

Puede que pronto le hagan sitio a Bob Dylan a su lado…

Y ya que hemos mencionado a dos poetas, el domingo próximo seguiremos con poesía. Prometido

Invitación a la lírica. Foto R.Puig

Invitación a la lírica. Foto R.Puig


Fenomenología de las nubes según J.M.G.Le Clézio (I)

$
0
0
Nube. Foto R.Puig

Nubes, nubes suaves, tranquilas, extrañas… Foto R.Puig

En agosto pasado pensábamos la luz a partir de algunos textos de L’inconnu sur la terre. En estos días nubosos de otoño vuelvo a ese libro, para divagar con la ayuda de nuestras compañeras de viaje, las nubes, y de Jean-Marie Gustave Le Clézio que las observa y las piensa.

Casualmente leyendo su fenomenología de las nubes me permito rescatar unos apuntes de cuando ellas me ensoñaban durante mis paseos por el campo charro que el Tormes cruza en la provincia de Salamanca. De eso hace bastantes años. Cuatro años después  Le Clézio publicaba su libro. Al parecer, estábamos en las nubes por la misma época.

El tierras de Salamanca. Lápiz. Dibujo R.Puig 1974. Detalle

El tierras de Salamanca. Lápiz y pastel. Dibujo R.Puig 1974.

Nube. Salamanca 1974. Lápiz y pastel. Dibujo R. Puig

Nube. Salamanca 1974. Lápiz. Dibujo R. Puig

Pero, a lo que íbamos… cuarenta y dos años más tarde, aquí estoy traduciendo para mis lectores algunos de esos párrafos en los que la poesía es una forma de fenomenología, ¿o será al revés? ¿No es acaso la poesía la forma más cumplida de la fenomenología? ¿Acaso no fue la poesía la que dio a luz a la filosofía?

Nubes. Foto R.Puig

nubes grises, de formas dúctiles… Foto R.Puig

Nubes, nubes suaves, tranquilas, extrañas, nubes grises, de formas dúctiles, cuerpos de mujeres, rostros de niños, dragones, islas. Nubes, voy hacia vosotras, me mezclo con vosotras, y me voy, yo también, mudando sin cesar mi cuerpo y mi rostro. Nubes como los sueños, como las canciones, como los recuerdos. Atraviesan el espacio del cielo, y quienes viven enfebrecidos, abajo, quienes corren por las calles de la ciudad, quienes se empujan ante las puertas de las tiendas, los que se apresuran hacia los bancos, con una carpeta en la mano, para apilar un fardo de papeles sobre otro fardo de papeles, de una oficina acolchada y con aire acondicionado a otra oficina enmoquetada y climatizada, deberían detenerse y mirar un poco al aire. Deberían tumbarse de espaldas por el suelo, la cabeza apoyada sobre sus negros cartapacios y mirar, mirar a las nubes que pasan, las unreliable clouds.

le-clezio-p-44

p.44

Nubes. Foto R.Puig

donde las nubes se metamorfosean... Foto R.Puig

Donde quiera que se vea el cielo, ahí está la libertad. El resto, los sentimientos, la desesperación, el miedo, no son lo importante. Basta con levantar la cabeza y mirar con ojos bien abiertos, como si se tratase del agua. Y se bebe  con las pupilas y la frescura entra dentro del cuerpo y lava, calma, colma, y la suavidad de la luz entra en el cuerpo y baña cada órgano, caldea, apacigua, y en el cielo puro donde las nubes se metamorfosean tranquilas, se puede ver, como en un espejo, nuestra propia mirada clara y pura, donde el sol alumbra, en cada pupila, una estrella que baila.

le-clezio-p-44b

le-clezio-p-45

pp. 44-45

hinchadas como velas... Foto R.Puig

hinchadas como velas… Foto R.Puig

En el cielo viven las nubes. Son numerosas, y ligeras, ligeras. Atraviesan el espacio, sin apresurarse, pasan lentamente por encima de la tierra, así no más, todas hinchadas como velas, o bien acostadas como jirones de ropa blanca. ¡Son hermosas! Yo quisiera pasarme los días mirándolas, acostado por el suelo, días, meses, puede que hasta años. Las nubes no son aburridas. No descubren nada, no quieren decir nada, no asustan, ni son tristes. Están vivas. No con la vida de los animales terrenos, ni tampoco la de los árboles, de las rocas, de las llamas del fuego o de las olas del mar.  Es una vida ligera, que atraviesa la luz del cielo, que se transforma, que se va. Es una vida singular que no respira, que no come, que no se aparea. Es la vida transitoria de las nubes.

le-clezio-p-59-1

p.59

una tropa de niños escondidos bajo una gran sábana... Foto R.Puig

una tropa de niños escondidos bajo una gran sábana… Foto R.Puig

Ellas, lo único que saben hacer es pasearse. Vienen de un lado del horizonte, van hacia el otro lado. No tienen prisa. Avanzan majestuosas, aunque ligeras, ligeras, deslizándose por el cielo azul. Ruedan algo, se estiran, lanzan algunas volutas por delante, después el resto del cuerpo sigue reptando, y los penachos de atrás se repliegan. No tienen ni cabeza, ni piernas. Encierran cantidad de cuerpos en uno solo, que se mueve y se estremece, como si hubiera una tropa de niños escondidos bajo una gran sábana.

le-clezio-p-59-2

p.59

van tan bajo que parece que van a chocar... Foto R.Puig

van tan bajo que parece que van a chocar… Foto R.Puig

Sí, se marchan, perezosas y bastante torpes, las unas tras las otras, suspendidas en el aire. Hay nubes gordas muy blancas, del color de la nieve, color de espuma de jabón, redondas y que ruedan sobre sí mismas, en lentas piruetas, arrastradas por las corrientes invisibles del cielo. Atraviesan el zénit mostrando sus extravagantes esferas, henchidas de luz, y su sombra pasa sobre la tierra, allá abajo, sobre los campos, sobre los valles, sobre los tejados de las casas. Algunas veces son pesadas, van tan bajo que parece que van a chocar con los grandes edificios o los postes de hierro.

le-clezio-p-59-3

le-clezio-p-60-1

pp. 59-60

las buenas nubes que os dan seguridad... Foto R.Puig

las buenas nubes que os dan seguridad… Foto R.Puig

Yo las miro pasar sin más por el cielo, gruesas nubes blancas tranquilas, que seguramente el viento zarandea un poco allá arriba. Son esas las buenas nubes que os dan seguridad, los rebaños que marchan por los caminos vacíos del aire. Ah, no miran hacia abajo, no miran a nadie. Se alejan, tal cual, dulcemente, haciendo rodar sus gibas, contoneándose.

le-clezio-p-60-2

p.60

como si toda la tierra fuese calurosa y suave...  Foto R.Puig

como si toda la tierra fuese calurosa y suave… Foto R.Puig

Las nubes no vuelan como los pájaros, como los aviones. No hacen muchos esfuerzos. Se mantienen en el aire a la manera de abultados globos de aire caliente, y les tengo cariño porque son lentas y no son serias. Yo las miro, y miro también el cielo azul, y experimento una extraña impresión de felicidad, como si toda la tierra fuese calurosa y suave, como si toda la tierra estuviese en trance de dormir y soñar, bien tranquila y ligera, enroscada en capas de plumas.

le-clezio-p-60-3

p.60

en trance de dormir y soñar... Foto. R.Puig

en trance de dormir y soñar... Foto. R.Puig

continuará…


Fenomenología de las nubes según J.M.G.Le Clézio (y II)

$
0
0
...les tengo cariño porque son lentas y no son serias. Foto R.Puig

…les tengo cariño porque son lentas y no son serias. Foto R.Puig

Hoy concluye esta selección de textos de L’inconnu sur la terre, en los que Le Clézio se deja ir con las nubes.

Estar en la nubes no es algo criticable, no es cosa de perezosos y distraídos, sino el modesto lujo de nuestros ratos ingrávidos, cuando, siquiera un poco, nos sentimos poetas.

Cuando se mira a las nubes, se piensa en muchas cosas, pero son cosas que parecen nubes. Son cosas ligeras y redondeadas, que ruedan y se bambolean y reptan como orugas, son cosas claras impregnadas de luz, a la deriva en el gran lago azul absoluto del cielo. Son cosas bien sorprendentes.

le-clezio-p-60-4

  L’inconnu sur la terre, Paris, Gallimard, 1978, p.60

a la deriva en el gran lago azul absoluto del cielo. Foto R.Puig

…a la deriva en el gran lago azul absoluto del cielo. Foto R.Puig

Puede que las nubes sean sueños que se sueñan con ojos bien abiertos, sueños que no quieren mostrar nada, decir nada, sueños por soñar, sin más. Es algo que se infla y se reduce, que se alarga y se deforma, algo que deriva y se va luego, suavemente, suavemente, retrocediendo hacia la hendidura del horizonte.

le-clezio-p-60-5

 p.60

Puede que las nubes sean sueños que se tienen con los ojos abiertos. Foto R.Puig

Puede que las nubes sean sueños que se tienen con los ojos abiertos. Foto R.Puig

¿De dónde vienen? ¿Quién fabrica las nubes, decidme, quién las hace nacer?  Seguramente aparecen sobre el mar cuando el sol quema fuerte, allí donde el agua encuentra la orilla, allí donde se alzan los acantilados y los muros de las montañas. Entonces nacen en el cielo, empiezan siendo muy pequeñas, algunas bolas pálidas y transparentes como la escarcha. Las nubecillas crecen, se multiplican por encima del mar, inmóviles las unas junto a las otras. Todavía no saben viajar. Luego crecen más, engordan, se fusionan entre ellas, se convierten en gruesas nubes blancas. Como son muy voluminosas, el viento se recuesta en ellas y las infla como alas, y comienzan a deslizarse por el cielo. Franquean el ámbito de las montañas, corren sobre las colinas y los valles, separadas, yendo, yendo, sin detenerse, sin saber adónde les lleva el viento.

le-clezio-p-60-6

le-clezio-p-61-1

pp.60-61

...yendo, yendo, sin detenerse, sin saber adónde las lleva el viento. Foto R.Puig

…yendo, yendo, sin detenerse, sin saber adónde les lleva el viento. Foto R.Puig

¿Adónde van? Hacia África, a las Azores, o bien a lo largo de las corrientes que llevan al norte, hacia Irlanda, hacia Suecia, a Noruega, a Finlandia. Todavía no son nubes de tormenta, no aún. No transportan relámpagos, ni hielo, son sólo nubes blancas perezosas que se pasean por el cielo azul, que arrastran sus grandes sombras frescas sobre la tierra.

le-clezio-p-61-2

p-61

...arrastran sus grandes sombras frescas sobre la tierra. Foto R.Puig

…arrastran sus grandes sombras frescas sobre la tierra. Foto R.Puig

Estoy tumbado de espaldas, los rayos del sol se encienden y se apagan sobre la piel de mi cara. Aunque esté con los ojos cerrados, yo sé cuando pasan las nubes. Cuando el sol calienta fuerte, aguardo a que lleguen. Pruebo a vigilarlas abriendo un poco mis párpados, y mis ojos se llenan de lágrimas. En cuanto la nube se acerca al disco ardiente, la luz se debilita, se enturbia. Veo las amplias volutas que avanzan, ayudándose, empujándose y tironeándose, las bolas blancas y grises girando en el aire resplandeciente. Luego, de golpe, el sol no es más que un redondel que retrocede a través de las nubes, y noto como un agua fría que resbala sobre mi rostro y mis párpados.  Abro los ojos, miro. Me gusta que al sol lo tape la nube, me vuelvo ligero, yo también, me deslizo sobre la tierra, quizá soy ancho y redondo, produzco complicadas volutas que se enroscan y se cubren.

p.61

...el sol no es más que un redondel que retrocede a través de las nubes.Foto R.Puig

…el sol no es más que un redondel que retrocede a través de las nubes.Foto R.Puig

Todo está en calma, las quemaduras olvidadas, llega frío el viento. Veo a las hojas de los árboles moverse, oigo los rumores del mar, los sonidos de la hierba. Se ha retirado el peso del cielo, y puedo respirar lentamente, profundamente, como en el sueño. Puedo respirar tan largamente que es como si respirarse hasta el fondo del cielo.  Nube, nube grande, resbala lentamente, despliega bien tus esferas blancas, nada e infla tus membranas como un paracaídas, como una medusa. Nube, quédate ahí, te lo ruego, quédate encima de mí, por mí y por mis vecinos, muéstrame bien tus volúmenes resplandecientes y grises, tus cavidades sombrías como cavernas, tus grandes valles silenciosos, tus afables  montañas, tus sabanas.

le-clezio-p-61-4

p.61

...tus cavidades sombrías como cavernas, tus grandes valles silenciosos. Foto. R.Puig

…tus cavidades sombrías como cavernas, tus grandes valles silenciosos. Foto. R.Puig

La nube es grande como una isla, grande como una banquisa. Se ven todos los rincones que nos gustaría habitar, las concavidades donde quisiéramos aposentarnos para dormir, los escondites, los lechos, y además también esos como caminos por donde se podría andar a paso lento. Sí, sería bueno vivir sobre una nube, al abrigo del sol, cerquita de las fuentes de la lluvia, sin saber dónde estamos, sin saber adónde vamos…

le-clezio-p-61-5

le-clezio-p-62-1

pp. 61-62

...sería bueno vivir sobre una nube. Foto R.Puig

…sería bueno vivir sobre una nube. Foto R.Puig

….

Peregrinaje *

...un día llegamos. Foto Spurling

Un día llegamos… Sierra de Otontepec. Foto Spurling

Un día, llegamos a un país envuelto en nubes, silencioso, misterioso, blanco, en lo alto de una montaña, a San Juan Ixcatepec. La vida es entonces lenta, lejana, perdida en las alturas. Aquí nada es fijo, nada es duradero. Aparecen unos árboles escuálidos, se borran, retornan. Los caminos no tienen final. A veces, a lo lejos, parece que se ven casas, cúpulas, la silueta de una iglesia, un palacio. Luego las nubes pasan delante de ellas, las esconden.

le-clezio-p-62-2

...vecinos de los picos de las montañas. Sierra de Otontepec. Foto Adrian.mar

…vecinos de los picos de las montañas. Sierra de Otontepec. Foto Adrian.mar

pp. 62

Es un país en el que los hombres son escasos, un país sin aves, sin insectos.  Estamos en la región por donde transita el aire, tan frágil que una nada la borra. No se oye. Se respira flojo, con dificultad, se camina un poco, luego uno se para. Se toma asiento en el escalón de una puerta, se espera. Por las calles del pueblo no hay nadie. Las nubes avanzan lentas sobre la meseta de piedra, la tierra se disuelve. La niebla acuosa flota, impregna vuestros cabellos, vuestras ropas. Estamos lejos por encima de los valles humanos, vecinos de los picos de las montañas, en este país que no conoce ni la mar ni las praderas. Aquí uno se olvida de sí mismo, sin palabras. Las nubes os atraviesan, y de vez en cuando desaparecéis, os marcháis. No hay sol. La luz blanca baña las altas regiones, la luz que no hace sombras. Es un país de humaredas y de vapor, donde el tiempo ha cesado.  No hay hombres. No hay más que la luz, las nubes, y los fantasmas intocables.

le-clezio-p-62-3

p.62

...es un país de humaredas y de vapor, donde el tiempo ha cesado. Sierra de Otontepec. Foto Kikeforte

…es un país de humaredas y de vapor, donde el tiempo ha cesado. Sierra de Otontepec. Foto Kikeforte

(*) Le Clézio llegó por primera vez a México, como profesor del Instituto Francés, en 1967 y ha seguido visitándolo con mucha frecuencia, viviendo temporadas allá, escribiendo sobre el país y sus gentes e interesándose por algunas de sus lenguas indígenas.

Ixcatepec  es un pueblo del norte del estado de Veracruz que linda con la sierra de Ontotepec, parte de la cordillera de la Sierra Madre Oriental.


Breverías erasmianas (XXVII): “Nihil dulcius quam omnia scire” (Nada hay más dulce que saberlo todo)

$
0
0
Cicerón. Museos Capitolinos. Roma.Foto R.Puig

Cicerón. Museos Capitolinos. Roma. Foto R.Puig

.

“Nihil dulcius quam omnia scire”

Nada hay más dulce que saberlo todo

V i 42

.

Para explicar este proverbio Erasmo cita a Cicerón, que lo emplea en una de sus Cartas a Ático, donde se muestra curioso y pide a su amigo que le informe de lo que ocurría en Roma en su ausencia. Entre otras cosas, quería tener información sobre algunas actuaciones de los censores y de Apio Claudio Pulcro, pero en especial de su hermano, el tribuno de la plebe Publio Clodio Pulcro que persiguió a Cicerón hasta exiliarle, expropiarle y hacerle la vida imposible a su vuelta.

Cicerón lo apoda con el nombre deformado de otro tribuno (Lucio Apuleyo) que había sido declarado enemigo público décadas antes. Lo tilda de afeminado llamámdole “Apuleia” aludiendo a que Publio Clodio se había travestido para colarse en la casa de Julio Cesar.

Nil dulcius quam scire prorsus omnia…

Nada más dulce que saber absolutamente todo…

Quare ut homini curioso ita perscribas ad me quid primus dies, quid secundus, quid censores, quid Appius, quid illa populi Apuleia.

Como soy hombre curioso cuéntame en detalle lo qué sucedió el primer día, qué el segundo, que hubo de Apio, qué de esa Apuleya favorita del pueblo

Cartas a Atico, 4.11.2

(Les Adages d’Érasme, présentés par les Belles Lettres et le GRAC, Lyon 2010, p. 2472)

Estamos inmersos en la Roma de las rencillas, los rumores y los cotilleos de la política. De modo que el sentido pedestre con el que Cicerón emplea este elegante proverbio hoy podría ser el lema de Twitter, esa red social que promete tenerte al corriente de “lo que está pasando”.

Erasmo al final de su comentario toma otro proverbio de Cicerón que aparece en una de sus cartas familiares:  πάντα περὶ πάντων : todo sobre todo.  No he encontrado el texto aún, pero sospecho que va el mismo sentido.

¡Así que, nada nuevo bajo el sol! En materia de chismorreo nuestros medios sociales no han inventado nada.

  Otros sentidos para este adagio

La aspiración a saberlo todo, a abrazar el cosmos y toda la sabiduría en su totalidad es una pasión ancestral que ha movido a la humanidad a ir ampliando las fronteras del conocimiento. Si bien, en el Medioevo se tomaban atajos. Y como no han sido sólo los varones quienes han sentido este impulso de ascender por la escala de la sabiduría absoluta, recordemos a la abadesa alemana Hildegarda de Bingen (1098 – 1179) mística, profetisa, médica, compositora y escritora y su visión del Cosmos.

Visión del Cosmos de Hildegard av Bingen. Códice de Lucca.

El Cosmos de Hildegarda de Bingen. Codex de Lucca.Fuente: Joanna Wolska.

Erasmo no era amigo de los prodigios de la ciencia infusa, y en todo caso no glosó este proverbio con un extenso comentario. La razón pudo ser que no encontró las referencias clásicas y filológicas que podían apoyar un sentido más noble del mismo. En otros adagios sí que se extendió sobre la pasión del trabajo intelectual y del afán incansable por el estudio. Claro que, con su natural ironía, tampoco olvidó poner esa pasión de quien todo lo quiere saber entre las formas de locura

Xilografía de Franz Masereel para el Elogio de la locura

Xilografía de Franz Masereel para el Elogio de la locura

.

Pero, volviendo a nuestro adagio de hoy, el texto de Cicerón, que da pie al comentario, es expresión de la inveterada curiosidad por la vida y milagros de los demás, y en este caso por los tejemanejes de los adversarios políticos. Como soy hombre curioso cuéntame en detalle lo qué sucedió, escribe Cicerón a Ático.

En la introducción a su enorme colección de adagios, Erasmo ya dejó sentado que una característica de los proverbios es esa ambigüedad que hace posibles sentidos variados. Algo de eso ha ocurrido con la interpretación de lo que afirma un personaje, prototipo del chismoso, en una comedia de Terencio: Homo sum, humani nihil a me alienum puto (Hombre soy, nada humano me es ajeno). Esta frase no se suele entender como lo que es, la confesión de un fisgón que se justifica diciendo que es humano entrometerse en la vida de los demás, sino como una noble expresión del espíritu de solidaridad.

Así que, en el caso que nos ocupa hoy, se me ocurren también a mí algunos sentidos más nobles de este nihil dulcius quam omnia scire.

El ansia de descubrir todo

La pasión por el conocimiento universal movió a hombres como Aristóteles a ocuparse de todos los aspectos del pensamiento y del saber de su tiempo. Basta con recorrer el índice de sus obras

Aristóteles. Museos Capitolinos. Roma. Foto R.Puig

Aristóteles. Museos Capitolinos. Roma. Foto R.Puig

.

Otro apasionado investigador en busca de la síntesis total de las ciencias de su tiempo fue Alexander von Humboldt (1769 – 1859) que viajó y exploró lugares a los que nadie había llegado y con su mirada innovadora recopiló una inmensidad de datos, en diálogo directo con la naturaleza y con cientos de investigadores y científicos de su tiempo.

Alexander von Humboldt frente al Teide. Bronce. Foto Santi Rodríguez. Geographical Magazine

Alexander von Humboldt frente al Teide. Bronce. Foto Santi Rodríguez en el blog del Geographical Magazine

En su afán de percibir el mundo natural como un todo interdependiente anticipó nuestra propia época con sus intuiciones sobre la influencia humana en el cambio climático, puso las bases para el trabajo de Darwin  y motivó a generaciones de científicos y estudiosos de las ciencias naturales y a las corrientes modernas de protección del ambiente natural

Alexander von Humboldt. Naturgemalde. Fuente Geographical Magazine

Alexander von Humboldt. Naturgemalde. Fuente Blog del Geographical Magazine

El Cosmos que se le brindó a Hildegarda por revelación divina, a Alexander le costó infinitos trabajos y penalidades, como por ejemplo subir al Chimborazo con los pies hechos trizas, dejarse comer por los mosquitos navegando por el Orinoco o recorrerse la Siberia rusa en tartana hasta llegar a Mongolia. Trabajó diecisiete años para plasmar sus conocimientos en los tres volúmenes soberbiamente ilustrados de su Cosmos. 

.

La pasión por leerlo todo

Conozco a alguien a quien su mujer le dio a escoger entre desatascar los pasillos de la casa, obstruidos por sus kilométricas estanterías llenas de libros, o mudarse.

Bueno, pues esta es otra pasión que a no pocos nos empuja y que puede convertir en insuficiente el espacio doméstico. Así que no puedo evitar traer aquí dos hermosas imágenes

Biblioteca de Pierre Cuypers. Rijkt Museum. Foto R.Puig

Biblioteca de Pierre Cuypers. Rijkt Museum. Foto R.Puig

de algunos de esos lugares en los que uno puede perderse sin necesidad de poner en peligro la armonía matrimonial

La biblioteca del Trinity College de Dublín. Foto Shutterstock

La biblioteca del Trinity College de Dublín. Foto Shutterstock

Aunque sin ir tan lejos, estoy seguro de que muchos de los lectores de este blog tienen cerca alguna biblioteca en la que pueden pasar algunas de esas horas dulces que la vida nos depara.

Mirar para saber

Y ya que hemos mencionado a Aristóteles, no está mal recordar que pasear ayuda también a pensar, pues no en vano en los jardines de su escuela en Atenas se practicaba el peripatêín

Así que le pido disculpas a Erasmo por este recurso a la dulce pereza de marchar sin rumbo fijo, de ese simple caminar que ilustra delicadamente en un manga el extraordinario artista, poeta del dibujo, Jiro Taniguchi

Jiro Taniguchi. L'homme qui marche. Paris, Casterman, 1995, p.41

Jiro Taniguchi. L’homme qui marche. Paris, Casterman, 1995, p.41

Es un poco eso que los franceses llaman flâner, o sea deambular en plan gandul

Jiro Taniguchi. L'homme qui marche.p.123

Jiro Taniguchi. L’homme qui marche.p.123

mirando a las nubes, pero también a las hojas, las ramas y los colores en esas frondas que cambian con la brisa y con la luz

Jiro Taniguchi. L'homme qui marche. Paris, Casterman, 1995, p.35

Jiro Taniguchi. L’homme qui marche. Paris, Casterman, 1995, p.35

Pero, ya que estamos hablando de nubes, hay quienes parecen optar hoy por un nihil dulcius quam nihil scire (nada más dulce que no saber nada), porque ¿si todo está en La Nube, para qué molestarse?

En esas estamos


Noviembre

$
0
0
Sensación  de  noviembre. Foto R.Puig

Sensación de noviembre. Foto R.Puig

dedicado a mi sobrino Jorge

.

In the mood of November

.

Por el alto limbo de noviembre

las almas de los osos polares

buscan

sus hielos bautismales

R. Puig. In the mood of November. Acrílico sobre lienzo 100 x 81.

R. Puig. In the mood of November. Acrílico sobre lienzo 100 x 81.

Bajo las tierras lívidas

y el humus negro

duermen

raíces marchitas

La fuga de la luz. Foto R.Puig

La fuga de la luz. Foto R.Puig

La luz que huye

por cristales yertos

arrastra

recuerdos muertos

Adornos navideños. Foto R.Puig

Adornos navideños. Foto R.Puig

Operarios municipales

sobre la grúa

enguirnaldan

el barrio con corazones

Las cosas de los abuelos. Foto R.Puig

El reclamo del anticuario. Foto R.Puig

Nostálgico el abuelito

al mirar los cachivaches

olvida

sus alifafes

In the mood of November. Foto R.Puig

Todos en casita. Foto R.Puig

Vecinos de estas casas

arrellanados en sus butacas

añoran

playas tailandesas

R. Puig. In the mood of Trump. Oleo sobre acrílico. Detalle

R. Puig. In the mood of Trump. Oleo sobre acrílico. Detalle

El día nueve en Ohio

este recién duchado

llora

escuchando la radio 

Quo vadimus. Foto R.Puig

Quo vadimus? Foto R.Puig

Millones de paisanos

helados y pasmados

exclaman

¡¿a dónde vamos?!

¿Quién me saca de aquí? Foto R.Puig

¿Quién me saca de aquí? Foto R.Puig

.



De dos días en Londres (I)

$
0
0
Aqui hay de todo en Formosa Street. Foto R.Puig

Domingo temprano en Formosa Street. Foto R.Puig

Para Martin y Sandra

.

Hemos estado en Londres el pasado fin de semana con el sábado y el domingo completos para deambular. El sábado lluvioso y el domingo soleado. Un fin de semana equitativo. El hotel cerca de Little Venice, barrio de casas victorianas y georgianas, tranquilo y arbolado. Habitación pequeñita con dos mesas de planchar ropa y tres planchas (sic), una tetera en desuso y una ventana de guillotina imposible de abrir, pues las primeras capas de pintura se remontan probablemente al reinado de la Reina Victoria, cuando aún era joven. Nada de particular para un turista en Londres. Eso sí, la ventana del cuartito de baño, al cual se sube por unas escaleras empinadas, se abre y tiene vistas, al patio de atrás.

Fire brexit. Foto  R.Puig

Fire brexit. Foto R.Puig

Así que podemos decir que tenemos una habitación con vistas

Habitacion con  vistas. Foto R.Puig

Habitacion con vistas. Foto R.Puig

En cualquier caso el personal es amable y cada vez que entramos y salimos una ceremoniosa conserje nos saluda en el pórtico

La conserje del hotel. Foto R.Puig

Minnie, la conserje del hotel. Foto R.Puig

En todo caso hemos pasado el tiempo en familia, bien guiados a restaurantes, bistrós y tavernas amenos y sabrosos, andando, andando, andando, por parques, calles llenas de gente y comercios, y por museos y galerías de arte.

Hyde Park. Foto R.Puig

Hyde Park. Foto R.Puig

Nada de particular, nada que no hagan los millones de turistas que cada año invaden Londres, salvo que yo no sabía nada de la red de canales navegables, con márgenes peatonales, que recorren una extensa parte de la metrópoli.

Little Venice. El Paddington Arm. Foto R.Puig

Little Venice. El Paddington Arm. Foto R.Puig

Londres está envuelta y atravesada por una red de riachuelos y canales, navegables en barcazas y tributarios del Támesis. Estos cursos de agua forman estanques y lagunas rodeados de verde y arboledas, con hileras de barcazas amarradas en sus bordes y utilizadas para habitación, esparcimiento o restauración.

Little Venice. Foto R.Puig

Little Venice. Foto R.Puig

El estanque de la Little Venice está situado en el corazón de la confluencia de dos canales importantes en el territorio del Municipio de Westminster. En este remanso se empalman el Padington Arm, derivado del Grand Union Canal que llega a Londres desde el noroeste, y el Regent’s CanalSiguiendo el curso de este último desde Little Venice se puede navegar, hasta desembocar en el Támesis por la curva de Limehouse Basin, la que precede a la Isle of Dogs, y tras haber flanqueado el Regent´s Park y el Victoria Park.

Little Venice. Foto R.Puig

Little Venice. Foto R.Puig

Desde el estanque de Little Venice hasta el Támesis hay cerca de 20 kilómetros de curso de agua, que pasa bajo unos 60 puentes de diverso calibre, para el tráfico rodado y el ferroviario, o simplemente peatonales.

little-venice-map-foto-r-puig

No es junto a estos canales y lagunas por donde se ven los enjambres de turistas que inundan el centro de Londres, aunque es de suponer que en verano se conviertan en populares rutas de paseo. Apenas tuvimos tiempo para andar por sus márgenes, pero la próxima vez nos desquitaremos.

Navegacion por el Regent´s Canal. Foto R.Puig

Navegacion por el Regent´s Canal. Foto R.Puig

Nuestro descubrimiento de Little Venice no fue intencional, pero ha sido afortunado. Estábamos alojados en ese barrio por motivos de visita familiar y en las dos mañanas, una lluviosa y la siguiente soleada, muy temprano, antes de desayunar, tuvimos el placer de descubrir ese rincón recoleto. Aunque más que a una Venecia pequeñita a lo que se asemeja este entorno es a Amsterdam. Y, de hecho, los jardines en su orilla llevan el nombre de un artista holandés ilustre que ustedes sin duda conocen

Little Venice. Rembrandt Gardens. Foto R.Puig

Little Venice. Rembrandt Gardens. Foto R.Puig

En definitiva, hay otras formas de disfrutar de Londres lejos de su mundanal ruido.

Little Venice. Foto R.Puig

Little Venice. Foto R.Puig

.

Dejando los alrededores del estanque callejeamos por el distrito de Paddington, deteniéndonos en viveros de flores

Little Venice. Foto R.Puig

Little Venice. Foto R.Puig

o curioseando por los mercadillos alimenticios del fin de semana

Paella con salchichas en el mercadillo del barrio. Foto R.Puig

Paella con salchichas en el mercadillo del barrio. Foto R.Puig

donde no faltan el puesto de tartas, tartaletas y horneados varios

En el mercadillo del barrio.  Foto R.Puig

En el mercadillo del barrio. Foto R.Puig

o de quesos

En el mercadillo del barrio.  Foto R.Puig

En el mercadillo del barrio. Foto R.Puig

y los compradores y vendedores provectos

En el mercadillo del barrio. Foto R.Puig

En el mercadillo del barrio. Foto R.Puig

.

Por la tarde, nos fuimos en busca de especialidades peruanas por el Soho. No sé si había algún cocinero peruano junto a los fogones, pero los anticuchos estaban buenos

Galería de restaurantes en el Soho. Foto R.Puig

Galería de restaurantes en el Soho. Foto R.Puig

Y para que el barullo no nos hiciera daño, después del brunch y antes de ir hacia el jaleo del centro, entramos meditativos en la parroquia católica de Saint James (Santiago de Compostela) en la George Street, cerca del palacete de la antigua embajada española que hoy alberga la Wallace Collection,

Misa en la parroquia de Saint James. Foto R.Puig

Misa en la parroquia de Saint James. Foto R.Puig

Mientras el cura desgrana su homilía,  San Antonio de Padua nos sugiere que le pongamos una vela antes de aventurarnos en el tráfago

San Antonio en la parroquia católica. Foto R.Puig

San Antonio en la Parroquia de Saint James. Foto R.Puig

por los alrededores de Oxford Circus

Con prisas en Regent´s Street. Foto R.Puig

Con prisas en Regent Street. Foto R.Puig


.

A venir

De lo que vimos en la Tate Britain

La Tate Britain. Foto R.Puig

La Tate Britain. Foto R.Puig

o en la Royal Accademy of Art

Estatua de Constable ante la Royal Gallery of Art .Foto R.Puig

Estatua de Sir Joshua Reynolds ante la Royal Gallery of Art .Foto R.Puig

hablaremos en sucesivas entradas…


Sol declinante

$
0
0
Sol declinante junto al Radasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Sol declinante junto al Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Lo que experimentamos como realidad forma parte de escenas, lugares o “places”, como llamaba Paul Nash (de quien hablaremos próximamente) a aquellos sitios escogidos en los que se inspiraba. Detrás de una realidad hay muchas, multiplicadas por nuestra sensibilidad, todas cum fundamento in re, pero todas fugitivas, en alas de nuestra imaginación y de nuestras reminiscencias. Unas veces las buscamos nosotros y, otras, las más, ellas nos buscan, sin que sepamos en qué momento seremos sorprendidos.

Sol declinante junto al Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Sol declinante en Råda Säteri. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

En estos días del pre-invierno nórdico pareciera que esta luz oblicua del sol, esos soles declinantes, acentuasen la potencia metamórfica de la realidad, que en un mismo lugar nos habla con lenguajes diferentes.

Criatura lacustre junto al Radasjön. 20 de noviembre una de la tarde. Foto R.Puig

Criatura lacustre junto al Rådasjön 20 de noviembre una de la tarde. Foto R.Puig

Cada sitio esconde otros muchos, insospechados.

La Nature est un temple où de vivants piliers

Laissent parfois sortir de confuses paroles ;

L’homme y passe à travers des forêts de symboles

Qui l’observent avec des regards familiers.

.

La Naturaleza es un templo cuyos pilares vivos

Dejan salir a veces sus mensajes confusos;

El hombre lo atraviesa entre bosques de símbolos

Que  con miradas familiares le observan.

.

Charles Baudelaire, del poema “Correspondances” en Les fleurs du mal

Como, por ejemplo, las ruinas románticas que una rica heredera se hizo construir en 1830 en su propiedad de Råda Säteri, junto al lago Rådasjön, actualmente reserva natural de dominio público.

Así se  veía aquel capricho de las neorruinas en 1910

Visitantes de las ruinas romanticas (1830) de Martina Törngren junto al Rådasjön en 1910. Foto R.Puig

Visitantes de las ruinas romanticas (1830) de Martina Törngren junto al Rådasjön en 1910.

Aquella heredera se llamaba Martina Törngren (1789-1875), von Schewerin por el marido, prometida a los trece años y casada a los dieciséis con un aristócrata diecisiete años mayor que ella. Su matrimonio fue infeliz, pero pudo sobrevivir a su marido durante veinticinco años. Era una mujer instruida y viajera, “la madame de Staël sueca”, relacionada con los círculos intelectuales, académicos y artísticos de la Suecia de su tiempo.

Las ruinas romanticas (1830) de Martina Törngren en la actualidad. Foto R.Puig

Las ruinas romanticas (1830) de Martina Törngren en la actualidad. Foto R.Puig

A la entrada de esas neorruinas que plantó en Råda Säteri hizo colocar una inscripción latina, quien sabe si por premonición de su malograda hija, también llamada Martina von Schewerin (1909-1839), muerta a los treinta años y a quien Esaias Tegnér, escritor, director de la Academia Sueca, obispo e íntimo de la madre, apodó afectuosamente la “señorita latina” (den latinska fröken).

Sic redit in nihilum quod fuit ante nihil. En las ruinas de Rådasjön. Foto R.Puig

El adagio sobre la piedra. Foto R.Puig

SIC  REDIT  IN  NIHILUM  QUOD  FUIT  ANTE  NIHIL

.

Así  vuelve  a  la  nada  lo  que  antes  nada  fue

Este adagio procede del encabezamiento de “Padecimientos de amor”, obra en prosa que el poeta griego Partenio de Nicea escribió por encargo de Cayo Cornelio Galo, quien se valió de la misma para extraer numerosos temas para sus poesías. De las obras de este último, publicadas en Francia durante la primera mitad del siglo XIX, pudo tomarlo Martina, la joven que sabía latín. Del autor griego también se valió Ovidio y, a su vez, Robert Burton (1577-1690) citó esta sentencia  en su Anatomía de la Melancolía (1621).

Fuese como fuese, la joven Martina sólo llegó a publicar una obra juvenil: Pequeñeces de una principiante (Småsaker af en nybegynnare) en cuatro volúmenes, de los cuales alcanzó a ver impresos los dos primeros (Lund, 1836 – 1840), antes de morir en 1839. Es una obra en la que practica el aforismo, la novela corta, el género epistolar y los diálogos, entreverando algún poema y citas en francés, inglés y alemán, mostrando una vasta cultura, la influencia de muchas lecturas y su sensibilidad romántica. En los dos últimos volúmenes se mencionan varias enfermedades con una nota en el último que enumera la escarlatina, el sarampión, la  viruela, las paperas y la “fiebre mamaria”. En el tercero, la novela del amor incumplido de Gösta y Elin, describe el agravamiento y la muerte de la joven Elin en el mismo día de sus cumpleaños y a la hora en que nació, víctima de una enfermedad que tiene todas las trazas de la tuberculosis. Es significativa su frase döden är frälsning (la muerte es liberación).

Martina von Schewerin (jr). Pequeñeces de una principiante, Lund, 1836

Martina von Schewerin (jr). Pequeñeces de una principiante, Primera parte (1834). Lund, 1836

.

¡Y nosotros, que habíamos salido a pasear en un paisaje otoñal, aprovechando este sol declinante! ¡y hete aquí que nos vemos transportados al siglo XIX, y entre el musgo y las hojas muertas surge el memento mori! ¡la proclamación de la caducidad de todos los amores que una doncella romántica entresacó quizá de la prosa de un poeta griego del siglo I antes de Cristo!

Por las márgenes del Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Por las márgenes del Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Tenía razón Baudelaire, estos bosques y este lago, por las orillas de la pequeña península de Labbera, a pocos kilómetros de Gotemburgo, dejan escapar sus mensajes confusos bajo la luz oblicua del sol de otoño.

Faz de pocas junto al Rådasjön. 20 de noviembre una de la tarde. Foto R.Puig

Faz rocosa junto al Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Piedras vivas junto al Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Piedras vivas en Råda Säteri. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Las pequeñeces de Martina algo tuvieron que ver con las miradas familiares escondidas en estos parajes. Por ellos paseó sus reveries esta nieta del Director de la Compañía de la Indias Orientales, la Svenska Ostindiska Companiet, la potente naviera que, con sede en Gotemburgo, comerció con el Extremo Orienta a lo largo de dos siglos.

Alfombra roja en Råda Säteri. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Alfombra roja en Råda Säteri. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Por las márgenes del Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Por las márgenes del Rådasjön. 20 de noviembre a primera hora de la tarde. Foto R.Puig

Después de un paseo por las orillas del lago, circunvalando la península que se adentra en sus aguas, volvemos al punto de partida, frente a las caballerizas de la finca, donde los caballos siguen pastando sin hacernos caso

Buen vivir de los equinos de  Rådas Säteri. Foto R.Puig

Buen vivir de los equinos de Rådas Säteri. Foto R.Puig

.

De la naturaleza a la ciudad

La verdad es que a su vez, fuera de los bosques y los lagos, son las ciudades otra naturaleza que el hombre ha extraído de su hermana mayor. También la menor deja escapar sus confuses paroles.

Anochece temprano en la Plaza de la Reina (Drottningtorget), en Gotemburgo, a los pies de los tres estilitas que plantó aquí Jaume Plensa, inspirado no por un adagio latino, sino por el apólogo japonés sobre los tres monos sabios.

En todo caso, esas palabras también son ambiguas

Gotemburgo. Los homínidos de Jaume Plensa en la Plaza de la Reina. 20 de noviembre de anochecida. Foto R.Puig

Los tres homínidos en Gotemburgo. 20 de noviembre de anochecida. Foto R.Puig

.

Comme de longs échos qui de loin se confondent

Dans une ténébreuse et profonde unité,

Vaste comme la nuit et comme la clarté,

Les parfums, les couleurs et les sons se répondent

.

Gotemburgo.  Los homínidos de Jaume Plensa en la Plaza de la Reina. 20 de noviembre de anochecida. Foto R.Puig

 Los tres homínidos de Jaume Plensa el 20 de noviembre. Foto R.Puig

.

Como largos ecos que lejos se confunden

En una tenebrosa y profunda unidad,

Vasta como la noche y como la claridad,

Perfumes, colores y sonidos se responden.

.

Gotemburgo. Estación Central. 20 de noviembre de anochecida. Foto R.Puig

Gotemburgo. 20 de noviembre, seis y cinco de la tarde. Foto R.Puig

.

Dos días después

Desde nuestro paseo romántico han pasado un par de días y el autobús me ha traído temprano al otro lado de la ría. A ver si me sacudo la pereza y progreso algo con los pinceles. Pero antes, nada más apearme, la magia de este sol oblicuo que se asoma entre las brumas matinales parece tirar de mis pies. Así que me doy una vuelta por Lindholmen, quizás esta luz traiga algún nuevo mensaje.

Aquisito no más, un ratitito no más

Lindholmen. Nueve de la mañana 22 de noviembre. Foto R.Puig

Lindholmen. Nueve de la mañana 22 de noviembre. Foto R.Puig


Notas :

  • Råda Säteri es el término medieval que designaba un señorío feudal, territorio o finca (säteri) libre, o sea exento (råda) de tributos a la Corona. Solía incluir la disponibilidad de agua, generalmente un lago y sus recursos, un rådasjön  (sjön = lago), tambien exentos. Hay un cierto número de ellos por Suecia.
  • Dado que, desde 1969, esta Råda Säteri de mi crónica es propiedad comunal del municipio de Härryda, el nombre podría ahora leerse como “finca (säteri) comunal (råda)”, o sea bajo la autoridad del Råd (Concejo). Y Rådasjön se podría leer como “lago (sjön) comunal (råda)”, ya que este rådasjön forma parte del territorio de dos municipios colindantes, Härryda y Mölndals, junto a Gotemburgo. Pero esto son ya especulaciones mías que no tienen que ver con el significado original. Mejor mantener este lugar envuelto en los velos de su historia secular.
  • Lindholmen es un barrio del distrito de Hisingen en el norte de la ría que atraviesa Gotemburgo de este a oeste.
  • A propósito de Partenio de Nicea y de su productiva colaboración con su amigo romano Cornelius Gallus, es interesante recordar que la conquista de Grecia por Roma suministró un filón inagotable del que se beneficiaron los literatos y pensadores romanos. De muchos de los creadores griegos que les inspiraron, o simplemente fueron copiados por sus conquistadores, se sabe el nombre, como en este caso, pero de otros, salvo pesquisas concienzudas de filólogos e historiadores, no llegaremos a saberlo. En nuestros tiempos es usual calificar como “el negro” de un autor de éxito a aquellos creadores que trabajan en la sombra para que el famoso firme o, en el mejor de los casos, desarrolle, lo que el autor mercenario ha creado. Nada nuevo bajo el sol.

De dos días en Londres (II): la pintura crepuscular de Paul Nash en la Tate Britain

$
0
0
The Pyramids on the sea. Paul Nash 1912. Tate. London

The Pyramids on the sea. Paul Nash 1912. Tate. London

Para refrescar mis escasos recuerdos sobre la vida y la obra de Paul Nash (1889-1946) aproveché la última tarde en Londres para visitar la exposición antológica a él dedicada por la Tate Britain.

Acercarse a este venerable museo londinense desde la boca de metro de Pimlico, por el borde del Millbank (A3212) a la caida de la tarde, tiene el atractivo de la vista dorada del otro lado del Támesis cerca del puente de la A202; para empezar, la del propio puente y de las cinco torres que se interponen entre la estación de Vauxhall y el Támesis

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

o, a continuación la fortaleza del Servicio Secreto, el M16, que quizás les resulte familiar por las películas de James Bond, y que aquí les muestro acariciada por los últimos rayos del sol y reflejándose en el río

Yendo a la Tate Britain. Puente sobre la A202 y sede del M16 Foto R.Puig

Yendo a la Tate Britain. Puente sobre la A202 y sede del M16 Foto R.Puig

así como los siguientes edificios en la orilla del Albert Embankment (A3036)

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain.  Foto R.Puig

De camino a la Tate Britain. Foto R.Puig

A unos doscientos metros del puente, tras nuestro breve paseo al borde del Támesis al borde del crepúsculo, llegamos a la Tate Britain

La Tate Britain. Foto R.Puig

La Tate Britain. Foto R.Puig

Sólo hay que subir las escalinatas y entrar en el vestíbulo…

El vestíbulo de la Tate Britain. Foto R.Puig

El vestíbulo de la Tate Britain. Foto R.Puig

.

Paul Nash

Crepusculares fueron también la vida y la obra de Paul Nash (1889 – 1946), en varios sentidos. Por un lado, su baqueateada existencia coincidió con las postrimerías del dominio imperial británico, por otro, sus vaivenes para definirse como artista reflejaban la propia indecisión de la pintura británica en la primera mitad del siglo XX, tironeada entre una tradición en declive y el reclamo del modernismo desde el otro lado del Canal de la Mancha.

Nash ya era un notable dibujante, acuarelista, artista gráfico, de inspiración simbolista y romántica, y surrealista avant la lettre al principio de la década de 1910. El mundo vegetal y el paisaje son sus lugares preferidos, en los que, salvo para algunos rostros femeninos etéreos y prerrafaelitas, la figura humana es mínima. Nunca descolló en la representación de las formas humanas. pero los árboles asumen, en una especie de transposición mística, el papel del ser humano.

Paul Nash. The Wanderer 1911. Acuarela, tinta y carboncillo. British Museum

Paul Nash. The Wanderer 1911. Acuarela, tinta y carboncillo. British Museum

Más tarde, en los años de la Segunda Guerra Mundial, recobrará en sus lienzos al óleo  los tonos de las acuarelas de las dos colinas de Wittenham de antes de la Gran Guerra y la perspectiva aérea que había en sus paisajes de aquellos años

Paul Nash. View from Wittenham Clumps 1913. Acuarela.Tullie Art Museum

Paul Nash. View from Wittenham Clumps 1913. Acuarela. Tullie Art Museum

.

Los desastres de la guerra

Las circunstancias inmundas de la I Guerra Mundial hicieron, a pesar suyo, que Paul Nash saltase a la primera plana de la vida artística británica con ocasión de las matanzas y la destrucción, de unas dimensiones inéditas, en los frentes europeos

Sunset. Ruins of the Hospice Wytschaete. Paul Nash 1917. Imperial War Museum. London

Sunset. Ruins of the Hospice Wytschaete.  Paul Nash 1917. Tinta y pastel sobre papel.  Imperial War Museum. London

Cementerio militar británico de Wytschaete. Foto CWGC

Cementerio militar británico de Wytschaete. Foto CWGC

.

Paul Nash trabajaba como ilustrador y grafista, de inspiración romántica y prerrafaelita, cuando los tratados de 1839, que garantizaban la neutralidad de Bélgica y la inviolabilidad de su territorio, fueron pisoteados por una de las potencias firmantes, Alemania, que agredió e invadió el plat pays para atacar más fácil y rápidamente a Francia.

Inglaterra, por motivos de legalidad internacional y por sus propios intereses estratégicos al otro lado del Canal de la Mancha, entró en la guerra en agosto de 1914. Nash se alistó en servicios en el ejército, prestando servicios en el territorio de Inglaterra. Pero en 1916 se produce el desastre de la Somme y es enviado en febrero de 1917 al saliente de Ypres, en la línea del frente por el momento estabilizada. En mayo, antes del asalto que precedió a los horrores de aquella zona, se rompió varias costillas en una caída desde un parapeto. Probablemente el ser repatriado para curarse le salvó la vida. A su vuelta a Londres, comenzó a procesar sus sensaciones.

Paul Nash. The Orchard 1917. Acuarela

Paul Nash. The Orchard 1917. Acuarela

Su acuarela de los árboles alineados tras las alambradas con las dos aves muertas, que data de su tiempo de convalecencia, ya están diciendo algo. No sólo estaban muriendo los combatientes, 539 británicos, entre otros de la Commonwealth, y franceses, que están enterrados en uno de los muchos cementerios militares en torno a Ypres, el de Poperinghe, sino también los que, fusilados por cobardía o deserción por sus propios compañeros (17 en este cementerio) quedaron marcados como tales con una C o una D en la lápida.

Los árboles pueden reverdecer, incluso tras la opresión de la alambradas, pero los hombres, una vez que la guerra los ha plantado bajo tierra, ya no vuelven.

Cementerio de soldados caídos en la I Guerra Mundial en Poperinghe cerca de Ypres

Cementerio de soldados caídos en la I Guerra Mundial en Poperinghe cerca de Ypres

Los integrantes del Hampshire Regiment de Nash cayeron casi todos en la carnicería que comenzó una semana después de que él fuese repatriado.

Cuando retornó al frente de Flandes lo hizo en el papel de un Artista Oficial de Guerra y lo que contempló fue el horror de la destrucción total en torno a Ypres, la aniquilación de naturaleza y hombres.

En la batalla de Passchendaele, Frente de Ypres. Fuente WGC

En la batalla de Passchendaele, Frente de Ypres. Fuente CWGC

Cuando volvió a Inglaterra, enfermo de los bronquios por efecto de los gases lanzados por el ejército alemán, no le bastó el dibujo ni la acuarela, Nash comenzó a trasladar sus bocetos al lienzo. Comenzó a pintar al óleo.

We are making a new world. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

We are making a new world. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

En una naturaleza destruida los árboles, que eran como seres animados en su etapa de dibujo y grafismo, se presentan ahora como símbolos de la muerte no sólo del paisaje vegetal, sino también de la vida animal y humana.

Menin Road en el frente de Ypres. Fuente Gobierno australiano

Menin Road en el frente de Ypres. Fuente Gobierno australiano

Cerca de Menin Road en el frente de Ypres

Cerca de Menin Road en el frente de Ypres. Fuente CWGC

Paul Nash. The Menin Road 1918 19. Imperial War Museum

Paul Nash. The Menin Road 1918 19. Imperial War Museum

Granaderos ingleses en Ypres. Fuente walkleyhistory.files

Granaderos ingleses en Ypres. Fuente Walkleyhistory.files

The Mule Track. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

The Mule Track (El sendero de los mulos). Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

He visto la más espantosa pesadilla de un país, como jamás fue concebido ni por Dante ni por Poe, indecible absolutamente indescriptible. En los quince dibujos que hice te he podido dar una vaga idea de un tal horror, aunque sólo desde dentro, y formando parte de ello, puedes llegar a sentir esta naturaleza terrible y lo que los hombres en Francia tienen que afrontar

(los hombres, “men”, son los soldados expedicionarios británicos en el frente de Flandes occidental)

Sólo el mal y la encarnación del demonio pueden ser maestros de ceremonias en esta guerra: no se percibe ni el más tenue reflejo de la mano de Dios. La salida del sol y su ocaso son blasfemas burlas del hombre; sólo la lluvia negra, que baja de una nubes heridas e hinchadas o a través del amargo negro de la noche, armoniza con la atmósfera de una tierra así. La lluvia sigue sin parar, el fango pestilente adquiere un maldito color amarillo, los cráteres de los proyectiles están llenos de un agua de un verde blancuzco, las carreteras y los senderos cubiertos por pulgadas de limo. Los negros árboles moribundos humean y sudan, y los obuses no cesan.

No soy ya un artista interesado y curioso, soy un mensajero que quiere devolver la palabra a esos hombres que se baten, para que llegue a aquellos que quieren que la guerra dure para siempre. Débil, inarticulado, será mi mensaje, pero contendrá una amarga verdad y ojalá les queme sus almas malvadas.

De una carta de Paul Nash a su mujer el 16 de noviembre de 1917 (BOYD, p.38)

Wire. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

Wire. Paul Nash 1918. Imperial War Museum. London

Cementerio de Ixelles. Tumbas de las dos guerras mundiales. Foto R.Puig

Cementerio de Ixelles. Tumbas de las dos guerras mundiales. Foto R.Puig

.

La costa como lugar

Antes de apasionarse por De Chirico y de su conversión al Surrealismo continental (el Manifiesto Surrealista es de 1924) Paul Nash plasmó su visión de las costas de las Romney Marshes (las marismas de Romney)

The Shore. Paul Nash 1923. Leeds Museum

The Shore. Paul Nash 1923. Leeds Museum

Las playas de Dymchurch. Fuente Ashe Alarms

Las playas de Dymchurch. Fuente Ashe Alarms

por las playas de Dymchurch 

Winter Sea. Paul Nash 1925 37. York Art Gallery

Winter Sea. Paul Nash 1925-37. York Art Gallery

.

Durante los años de su esfuerzo por conectar su surrealismo espontáneo y personal con el europeo y por seguir las corrientes artísticas del continente Paul Nash extraviaba su propio estilo, aunque mejoraba su técnica en la pintura al óleo. Fue el alma y el inspirador de la Exposición Internacional Surrealista en Londres en 1936, la primera en su género, donde también expuso las que consideraba sus mejores tentativas surrealistas. Aquellos trabajos exigieron mucho de él, comprometieron su economía, le dejaron exhausto y minaron su salud.

Blue House on the Shore. Paul Nash 1930 31. Tate. London

Blue House on the Shore. Paul Nash 1930-31. Tate. London

Sobre su período surrealista, se puede encontrar información y obra en el sitio oficial de la Tate Britain, donde hay un vídeo de cinco minutos que resume bien esta exposición antológica de su obra.

.

Propaganda de guerra

El Ministerio de la Guerra británico aceptó de nuevo a Nash como pintor de guerra al comienzo de la II Guerra Mundial. Tras la batalla de Inglaterra en 1940, en la que la RAF derrotó a la LUFTWAFFE sobre las costas de Inglaterra, quedaba mucha guerra por delante y a los artistas también se les pedía que participasen en el esfuerzo por levantar la moral de victoria entre la población.

Nash se incorporó, no sin renuencias y también por necesidad económica, a esta labor aunque no en el frente. Lo que el pintó fueron los residuos del frente, en este caso a partir del cementerio de los bombarderos alemanes cerca de Oxford donde estuvo tomando fotos y apuntes. Su cuadro de El Mar Muerto no sólo es una magnífica alegoría de las marejadas bélicas que azotan las orillas de la Historia y del trágico fin de los hombres y las máquinas que quieren cambiar el mundo con bombardeos. Es además un alegato contra la visión heroica de la guerra. Los restos de tanta locura yacen bajo la luna y un búho blanco sobrevuela a lo lejos los esqueletos de la industria bélica. El lienzo no gustó al Ministerio del Aire.

Dead Sea. Paul Nash 1940 41. Tate. London

Dead Sea. Paul Nash 1940 41. Tate. London

Tampoco les pareció bien otro cuadro, el de la batalla de Alemania, que trataba de simbolizar una inminente victoria mostrando con vívidos colores el espectáculo de columnas de humo negro y de un cielo al rojo durante los asoladores bombardeos con los que los británicos se desquitaron, en 1944 y sobre el territorio alemán, de los que ellos habían sufrido en 1940. Aunque a los que le pagaban no les gustase, se trata de un excelente cuadro de factura casi abstracta, en el que reafirmaba su vuelta a los colores de su imaginario natural, aunque en este caso los hongos no sean de los que crecen en el campo.

Por entonces sus bronquios y sus pulmones ya estaban sembrados de las secuelas de la inhalación de gases en las trincheras de Ypres.  Le quedaban dos años de vida escasos.

Battle of Germany. Paul Nash 1944. Imperial War Museum. London

Battle of Germany. Paul Nash 1944. Imperial War Museum. London

Y es, en definitiva, al final de su vida, cuando sus paisajes reflejan de nuevo esa sensibilidad de sus dibujos y acuarelas que encontraba en los lugares naturales que él denominaba places.

De vuelta en Langley Marish Paul Nash vuelve a ser Paul Nash y sus obras finales se nutren del humus de una trayectoria vital y artística exclusivamente suya. A pesar de la precariedad y de los problemas familiares de los últimos meses de su vida, sus crepúsculos, sus lunas y sus soles, sus campos y sus árboles, al borde de la abstracción, demuestran que se ha reencontrado con sus sitios de partida.

Murió de un paro cardíaco mientras dormía. Era el 1 de julio de 1946.

Landscape of the Vernal Equinox. Paul Nash 1944. Scottish National Gallery of Modern Art.

Landscape of the Vernal Equinox. Paul Nash 1944. Scottish National Gallery of Modern Art.

La muerte, en la cual todos pensamos, creo que es la única solución al problema de cómo poder volar. Pienso que si la muerte llega a darnos esto, la muerte será algo bueno

Paul Nash, Counterpoint magazine, 1945


Referencias:

(BOYD 2007) David Boy Haycock, Paul Nash, Tate, Coll. British Artists, London 2007

Orestes Ferrara, La Guerra Europea, causas y pretextos, Madrid, Sociedad Española de Librería, Biblioteca de Ciencias Sociales y Políticas, 1917 (aprox)


Lejos del ruido

$
0
0
Senderos dorados. Foto R.Puig

Senderos dorados. Foto R.Puig

El Adviento es sinónimo de compras y de masas afanosas yendo de una tienda a otra (incluso han inventado un black friday para aumentar el frenesí). A partir de media tarde las calles se llenan de transeuntes apresurados cargados de bolsas.

Viernes frenético. Foto R.Puig

Viernes frenético. Foto R.Puig

Si te dejas llevar por la corriente hay algo de adictivo en este tráfago pre-navideño. ¡Huyamos lejos de ruido y la furia comerciante!

Menos mal que hay itinerarios que, cuando cae la tarde, gratuitamente nos ofrecen distancia, silencio y un baño de esa luz vespertina y bendita de estas latitudes. De lo que hablo hoy es de cuatro paseos.

.

Barrios altos

Por las alturas de Gotemburgo, en barrios donde no hay un solo comercio que atraiga multitudes; por uno de ellos, subiendo cuestas, persiguiendo el último sol del día…

El astro rey se despide.. Foto R.Puig

El astro rey se despide. Foto R.Puig

Llego a tiempo, llego a tiempo, por allá se oculta el Inti…

Hacia el crepúsculo. Foto R.Puig

Hacia el crepúsculo. Foto R.Puig

.

Peatonal junto a la ría

Como no hace calor, como todos andan de compras, como el mar es un imán… me voy por el sendero del lado izquierdo de la ría, donde el estuario del Göta Älv se abre.

El oso y el gigante. Foto R.Puig

El oso y el gigante. Foto R.Puig

No hay viandantes, apenas un oso polar…

Hay que pasar bajo el puente, hay viento y el rumor de los vehículos, por allá en lo alto, no me llega…

El zigurat tumbado. Foto R.Puig

El zigurat tumbado. Foto R.Puig

Por mi izquierda piedra y bosque, ha comenzado a helar…

La piedra en pena. Foto R.Puig

La piedra en pena. Foto R.Puig

Por mi derecha…

De Dinamarca ha llegado un barco. Foto R.Puig

de Dinamarca ha llegado un barco. Foto R.Puig

De la China ha llegado un barco. Foto R.Puig

y de la China ha llegado un carguero. Foto R.Puig

.

Hace muchos años, aquí venían los bañistas…

Esto era una playa. Foto R.Puig

Esto era una playa. Foto R.Puig

Y al final del camino, el dormitorio de los barcos de recreo. ¡Chist! Más silencio no se puede pedir…

Esperando a la primavera Foto R.Puig

Esperando a la primavera Foto R.Puig

Catafalco. Foto R.Puig

Catafalco. Foto R.Puig

Empiezo a frotarme las manos, me pongo los guantes, me calzo el gorro de lana, es hora de volver…

.

Embarcaderos

Ya sé, ahora estamos en la orilla opuesta. Me dirán que ya está muy vista en este blog y que me repito, pero no puedo evitarlo. A menudo, en estos días, al llegar o salir de mi estudio por los alrededores de la colina vecina, la luz me tienta.

En casita. Foto R.Puig

En casita. Foto R.Puig

Sobre este promontorio están encaramadas las casas de los antiguos trabajadores del desaparecido puerto del carbón.

Aquí los atardeceres pueden ser tan lujosos como este…

Sabor a Golden Gate. Foto R.Puig

Sabor a Golden Gate. Foto R.Puig

Y es gratis, así no más, mientras espero el barco que me devuelva al otro lado

El barco nuestro de cada día. Foto R.Puig

El barco nuestro de cada día. Foto R.Puig

y observo a los dueños de esta orilla…

Buscavidas. Foto R.Puig

Buscavidas. Foto R.Puig

¡Difícil atrapar alguna larva bajo este suelo herboso que  ya empieza a endurecer!

.

La luces de la noche

Otro día, otro crepúsculo, mi barrio…

Un toque doméstico. Foto R.Puig

Un toque doméstico. Foto R.Puig

A pocas zancadas, el impasible Poseidon

Impasible Poseidon. Foto R.Puig

Las tiendas ya están cerrando, frente al museo somos pocos los viandantes ateridos

La fachada del Museo Foto R.Puig

La fachada del Museo Foto R.Puig

con los héroes y las divinidades

La diosa de la abundancia. Foto R.Puig

La diosa de la abundancia. Foto R.Puig

 que no pueden marcharse

El discóbolo a oscuras. Foto R.Puig

El discóbolo a oscuras. Foto R.Puig

Ahora parece que nos apagan la luz, pero no, el juego sigue…

Juegos de luz. Foto R.Puig

Juegos de luz. Foto R.Puig

Yo también sigo, caminando, hasta la estación.

Han cerrado los comercios y las calles se vacían

Frente a Liseberg.Foto R.Puig

Frente a Liseberg.Foto R.Puig

Al corro de la patata. Foto R.Puig

Al corro de la patata. Foto R.Puig

Nocturno frente a la estación. Foto R.Puig

Nocturno frente a la estación. Foto R.Puig

Regreso bordeando los canales

Luces de Adviento a la vera del canal. Foto R.Puig

Luces de Adviento a la vera del canal. Foto R.Puig

Nadie, ni siquiera en la plaza del mercado

El mercado central. Foto R.Puig

El mercado central. Foto R.Puig

Cruzo el puente, ya pronto estoy de vuelta en casa…

Por el puente nuestro de cada día. Foto R.Puig

Por el puente nuestro de cada día. Foto R.Puig

.

La luce della notte

Las insidias de la noche no han sido aún derrotadas. Sólo cuando Tamino y Pamina hayan atravesado el agua y el fuego, la plenitud del sol, el sol, sin sombras ni manchas, iluminará la tierra, trasformándola en un espectáculo radiante.

El mismo viaje se produce en el ánimo de cada ser humano, cada hombre podría repetir el grito de Tamino:

” ¡Oh, noche eterna !¿Cuándo desaparecerás? ¿Cuándo llegará la luz hasta mis ojos?”

“O eterna notte, quando scomparirai? Quando la luce troverà finalmente il mio occhio?”

.

Pietro Citati, La luce della notte. I grandi miti nella storia del mondo, Milano, Mondadori, 1996, “La luce della notte (II)”: capítulo sobre Mozart y el mito de La flauta mágica, p.379


De dos días en Londres (y III): los expresionistas abstractos en la Royal Academy of Arts

$
0
0
Patio de entrada. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

Patio de entrada. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

Si la entrada y el vestíbulo son pequeños, cuando se comparan con el solemne patio neo-renacentista donde la estatua de Sir Joshua Reynolds, pincel y paleta en mano, más parece un director de orquesta que un pintor, resultan pequeñísimos, diríamos que exiguos. Pero al acceder a la exposición antológica dedicada al movimiento de los expresionistas abstractos en los Estados Unidos, aquellos que se mantuvieron agrupados entre el final de la II Guerra Mundial y el comienzo de los años 70, nos sorprende la vastedad de las 13 salas que la la Royal Academy of Arts les dedica hasta el 2 de enero.

Ante una obra de David Smith. Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts.Foto R.Puig

David Smith “Volton XVIII” de 1963. Al fondo, “Andrus”, 1961, y “Requiem”, 1958, de Franz Kline. Foto R.Puig

Como todas las etiquetas que el mercado del Arte consagra, siempre hay un inicio, el “descubrimiento” de un poderoso mecenas, de un coleccionista o de un marchante al acecho. Poco a poco, en torno a las promociones que se suceden, llegan los críticos, quienes, al descubrir o construir afinidades entre esos artistas que se van agrupando, les estimulan, favorecen sus intercambios y sus cenáculos, los van situando en la historia de las corrientes del arte, de la pintura en este caso, y los valorizan económica y estéticamente. En el momento oportuno un estudioso prestigioso acierta a ponerle un nombre al movimiento, una etiqueta que prende y se arraiga. El público sigue, se esfuerza por entender y acaba entendiendo.

Male and Female. Jackson Pollock 1942 43. Philadelphia Museum of Art.

Male and Female. Jackson Pollock 1942-43. Philadelphia Museum of Art.

La pintura de Jackson Pollock fue una especie de detonante, pero no lo hubiese sido sin  su millonaria mecenas, Peggy Guggenheim y el primer encargo que le hizo de un mural gigantesco para su lujoso apartamento neoyorquino. Ahí es donde el pintor se desvincula de las vanguardias europeas, se desata y comienza su carrera, libre de desfogarse cómo quiere sobre enormes lienzos en un derroche de energía, un ejercicio de action painting, desparramando el color furiosamente (con el alcohol como coadyuvante).

Mural. Jackson Pollock (242,9 x 603,9 cm,).1943. University of Iowa Museum

Mural. Jackson Pollock (242,9 x 603,9 cm,).1943. University of Iowa Museum

Un poco más tarde, Mark Rothko, evoluciona suavemente de una abstracción colorista, deudora del postimpresionismo europeo, hacia una introspección de colores y dimensiones dramáticas, esas fachadas que esconden y revelan emoción contenida a través de sus costuras.

Mark Rothko 1948. Vassar College. N.Y.

Mark Rothko 1948. Vassar College. N.Y.

Mark Rothko.Sin título.Guggenheim. N.Y. 1949

Mark Rothko.Sin título.Guggenheim. N.Y. 1949

Todos tenemos nuestras preferencias y, del mismo modo que pienso que sin sus lienzos de gran tamaño el expresionismo abstracto no habría dejado su impronta, creo que no todos los que están clasificados dentro de esa corriente son expresionistas en el sentido existencial del término. Si el expresionismo alemán del primer tercio del siglo XX era una forma de exteriorizar el drama de la persona en el mundo y su humanismo era necesariamente figurativo, así como sus figuras extremas, en el expresionismo abstracto  norteamericano, deudor de las formas del paisaje romántico y finisecular, su expresión de lo humano prescinde de la figura, e incluso de las formas del mundo, para crear sus paisajes gigantescos donde el hombre es una emoción contenida que habita tras esas fachadas de colores masivos y líneas que se quiebran, se sobreponen, se tuercen se revuelven, se difuminan. Ausentándose del lienzo el hombre está presente.

Seguramente voy  decir algo incorrecto, al menos para quienes le veneran, pero aunque Pollock fuese uno de sus portaestandartes privilegiados, en realidad su pintura en acción y sus salpicaduras (que convirtió en espectáculo) no son el mejor aporte de esta corriente a la historia de la pintura, a pesar de su impacto en el mercado (sus lienzos pasaron pronto de pagarse a 1000 dólares a costar millones).

De mi recorrido por la exposición no puedo dejar aquí más que algunas de mis preferencias, entre otras causas porque no se permitía tomar fotos de los cuadros, como es habitual y comprensible en exposiciones temporales. Por eso sólo las de las salas son fotos mías y las otras provienen del dominio público. Los pintores que más lejos se mantuvieron del show business son casualmente los que más aprecio.

Repito, el enorme tamaño de estos lienzos es una necesidad. En gran parte a ello se debe el impacto de estos paisajes, de esas formas ilocalizables e inidentificables que capturan la mirada, nos hacen pensar y logran emocionarnos con la magnitud de una naturaleza que nos envuelve y sólo existe interiormente.

PH 950. Clyfford Still 1950. Clyfford Still Museum. Denver

PH 950. Clyfford Still 1950. Clyfford Still Museum. Denver

Hay dos salas en donde esto se experimenta, una es la dedicada a Clyfford Still (1904-1980), un pintor que forma parte del movimiento, aunque paró poco en Nueva York y llevó a cabo su obra en contacto con la naturaleza espectacular y los paisajes grandiosos de los estados del noroeste e los EE.UU.

Sala de Clyfford Still

Sala de Clyfford Still

La otra es la de Mark Rothko (1903-1970). En torno a ella giran y de ella irradian todas las otras doce salas de la exposición. Es un acierto, pues la pintura de este exiliado judío letón representa a mi modo de ver el núcleo íntimo y secreto, lo mejor y más humano de la abstracción en el arte de aquellos años, al tiempo que encierra los ecos de las tensiones y los dramas de aquellas décadas de la guerra fría y de la destrucción y los éxodos generados por las dos guerras mundiales  que la precedieron.

Obras de Mark Rothko. Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

Sala de Mark Rothko. Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts .Foto R.Puig

La pintura de Still desborda de abismos de color que se entrelazan y se desgarran, de encontronazos bipolares, de negros y oros, de las aristas vivas del mundo y de esos paisajes insensibles de la naturaleza, que sólo siente cuando nosotros sentimos y que puede ser tanto nuestra escuela de paz como de violencia, de luz como de oscuridad, de dulzura como de efusión de sangre.

PH 4. Clyfford Still 1952. Clyfford Still Museum. Denver

PH 4. Clyfford Still 1952. Clyfford Still Museum. Denver

Y de repente, Helen Frankenthaler, una mujer que jugó con el color y las formas durante su larga carrera con una vitalidad envidiable

Mountains and the Sea. Helen Frankenthaler 1952. National Gallery of Art. Washington

Mountains and the Sea (220 x 298 cm.) Helen Frankenthaler 1952. National Gallery of Art. Washington

No lejos, la visión de la mujer que tuvo Willem De Kooning, en la que hay resabios misóginos y que se hizo famosa por la polémica que suscitó, aunque eso no impide que este holandés, nacionalizado estadounidense, sea uno de los expresionistas abstractos más imitados, hasta el punto de que podríamos hablar de un manierismo De Koonning en la gráfica y la pintura contemporánea, probablemente porque permite jugar con los límites entre la figuración y la abstracción con una fácil libertad de línea y color.

Woman II. Willem De Kooning 1952. MOMA New York

Woman II. Willem De Kooning 1952. MOMA New York

Volviendo a Helen Frankenthaler, me complace pensar que el cuadro que tituló Europa, fruto probablemente de sus impresiones del viaje por Alemania en 1956 (su madre era una emigrante de ese país) es también un homenaje a la creación de la Comunidad Europea (Tratado de Roma) en el mismo año de su lienzo

Europa. Helen Frankenthaler 1957. Helen Frankenthaler Foundation N.Y.

Europa. Helen Frankenthaler 1957 (177,8 x 138,4 cm) Helen Frankenthaler Foundation N.Y.

Hablando del impacto de las dimensiones, confieso que este cuadro de Clyfford Still con sus cerca de cuatro metros de altura por otros casi tres de anchura, me tuvo absorto durante un buen rato en mis sensaciones, como si desplegase ante mí la corteza fosilizada de un enorme sequoia, o de una catarata de cieno, humores y sangres secos, que no se sabe bien si ascienden o se despeñan.

PH 150. Clyfford Still 1958. Clyfford Still Museum. Denver

PH 150. Clyfford Still 1958 (368,3 x 287 cm.). Clyfford Still Museum. Denver

En cuanto a las obras de Rothko allí expuestas

Obras de Mark Rothko. Exposición Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts.Foto R.Puig

Obras de Mark Rothko. Exposición Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts.Foto R.Puig

lamento no haber podido fotografiarlas una por una, así que recurro a otros lienzos suyos violentamente hermosos, en donde los rojos y naranjas vibran

Mark Rothko untitled. Tate Modern.  1964

Mark Rothko untitled. Tate Modern. 1964

Seagram Murals. National Gallery. Washington. Foto Portland Stage Blog

Seagram Murals. National Gallery. Washington. Foto Portland Stage Blog 

Y a esta del año anterior a su muerte, cuando su mala salud que le abatía y la depresión que le embargaba presagiaban el final que decidió dar a su vida, que sus lienzos parecen anunciar

Mark Rothko.Sin título.  Coleccion Kate Rothko Prizel.1969

Mark Rothko. Sin título. Coleccion Kate Rothko Prizel.1969

Y la de la sala o capilla a él dedicada en la Tate Modern, que visité hace ahora más de tres años

Sala Rothko. Tate Modern. Foto R.Puig

Sala Rothko. Tate Modern. Foto R.Puig

Por el continuo recuerdo de la República Española al que volvió en muchos lienzos, les ofrezco una imagen de la sala en la que se exponen las obras de Robert Motherwell

Exposición del Expresionismo abstracto. Royal Academy of Arts. Ante la Elegía de la República Española 1965-75 de Robert Motherwell. Foto R.Puig

Ante la Elegía de la República Española 1965-75 (197,5 x 508,6 cm,) de Robert Motherwell. Foto R.Puig


Y ahora me permito acabar con una adivinanza: ¿a quién creen que se debe esta obra de expresionismo abstracto del género de la action painting? y ¿cómo la titularían?

Sin título. Sin autor. Foto R.Puig

¿Título? ¿Autoría? Foto R.Puig


Viewing all 593 articles
Browse latest View live